04/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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La Revolución Francesa supone el fin del Antiguo Régimen y lo más revolucionario de ella fue la exigencia de una Ley general, igual para todos los ciudadanos, acabando así con los privilegios, sancionados por leyes privadas, que habían favorecido y permitido las desigualdades sociales y estamentales hasta entonces. Dicha exigencia hacía necesario un proceso de centralización del poder, algo que ya habían comenzado, aunque con otros intereses, los monarcas absolutistas europeos.

Algunos teóricos de la Filosofía Política entendieron después que descentralizar el poder, acercando el gobierno a los ciudadanos, tenía también sus ventajas y virtudes. Dos destacaban por encima de todas y son las que debiera cumplir todo proceso descentralizador. La primera hace referencia a la eficacia: cuanto más cercano, mejor conocedor de los problemas y necesidades y recursos que habrán de guiar la acción política. La segunda tiene que ver con las debilidades de la naturaleza humana: cuanto más cerca, más fácil será de vigilar y por tanto más difícil será para el corrupto.

La Constitución del 78 perpetra el llamado Estado de las Autonomías, con el objetivo de descentralizar el poder y el gobierno. Sin embargo, después de 40 años de vida, no parece que hayamos ganado en eficacia –no puede haber eficacia cuando se multiplican entes y normativas diferentes–, y sobre corrupción, más que limitarla, se han multiplicado por 17 las oportunidades, más Ceuta y Melilla.

Siendo esto grave, no lo es tanto como la permanente violación que este Estado Autonómico comete del artículo 14 de la Constitución, en el que se establece que: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». La discriminación más habitual que padecemos los ciudadanos, paradójicamente, no aparece recogida en el artículo, que es la territorial. Dependiendo del territorio, pagaremos unos impuestos, tendremos derecho a unas prestaciones sanitarias, serán distintos los trámites para abrir un negocio e incluso, podrás pescar cangrejos o no. En mi opinión, ni en eficacia ni en control hemos ganado, sí en desigualdad.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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