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Desayuno sin diamantes

27/06/2020
 Actualizado a 27/06/2020
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Durante la dictadura del general Franco, incluso antes bajo el mando de Primo de Rivera, los españoles tuvimos que soportar insidiosos tijeretazos a la libertad de expresión que fumigaron con saña cientos de escenas y páginas no aptas para la rígida moral que el ‘Régimen’ necesitaba imponer si quería ejercer un control ‘eficaz’ sobre la sociedad en materia moral, supervisión que convirtiese a la población en rebaño útil a sus intereses. La experiencia debería haber sido lo suficientemente traumática como para no pretender repetirla.

Cuando ahora leo en los periódicos que retiran de ciertas plataformas digitales películas como ‘Lo que el viento se llevó’ por ser considerada racista o ‘Desayuno con diamantes’ porque ciertos sectores sociales ven en ella contenidos machistas me revuelvo en el asiento como un pez en su pecera de cristal. ¿Otra vez tijeras? ¿Quién se cree la omnisciente autoridad para vetar obras maestras? ¿Con qué derecho eliminan ahora del repertorio cinematográfico a Holly Golightly? ¿Cómo se atreven a exterminar una interpretación tan magistral como la de Audrey Hepburn en Tiffany’s?

Cada obra en su momento. Si sacamos de contexto películas, novelas u obras de teatro es muy probable que Shakespeare y Cervantes se conviertan en misóginos, que títulos como ‘Gladiator’ o ‘Quo vadis’ resulten ahora apología contra el maltrato animal y los derechos humanos. Damas y caballeros, en la ficción y en los sueños todo es posible. El arte es libertad; libertad pura sin ningún tipo de frontera, subvención ni cortapisa y cada obra es fruto de su tiempo. Pretender juzgar hoy a Scarlett o a Gilda, a Sherlock Holmes o al Dr. Jekyll está fuera de lugar. Busquen otro abrevadero para sus intereses y dejen en paz a los creadores. No más censura. No más intentos de compra. No subestimen la inteligencia del espectador, que ahora con Internet, ni Perpignan ofrece alternativa.
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