15/09/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Tras las duras negociaciones que nos llevaron hasta el Jacarana, rematadas con dos espléndidos mojitos, el bueno del Sr. Rubio ha tenido a bien renovarme en esto de opinar. Y como no podía de ser de otra manera, yo vuelvo con los escolares, con esos pobres chicos que hasta finales del mes de junio tendrán que madrugar y en muchas ocasiones sacrificar la siesta, ¡con lo que mola dormir!

Una vez iniciado el colegio y comprobando que los primeros días de clase del pequeño Dimas han ido viento en popa, es decir, llorando con grandes lagrimas que bajaban por los carrillos, me he quedado más tranquilo. El hecho de que mi hijo los primeros días de cole hubiera ido cantando y brincando sin mostrar ningún tipo de rechazo, me hubiera preocupado bastante, hasta el punto de pensar que algo fallaba.

La gente cuando piensa y recuerda las vacaciones, se acuerda de las maravillosas playas, del chiringuito y sus calamares, de las grandes sobadas, pero sobre todo, del desayuno bufé.

Y uno que es honesto y un poco ansioso, acostumbrado a desayunar leche con galletas, siempre con el agua al cuello, le vienen a la mente aquellos días idílicos en los que te ponías tan ciego que parecía que tuvieses que demostrar algo a alguien.

Muchos pensarán ¡qué ordinario el Cañón!, ¡qué poco ha viajado! Y probablemente gocen de razón, pero en estas vacaciones de enredaderas y conversaciones comprometidas, me he dedicado a analizar al personal mientras degustaba, indultando a la mayoría de ellos ya que entiendo y justifico perfectamente sus nervios ante tanta variedad.

Pagar el bufé del hotel para coger taquitos de sandía y melón, me parece un insulto al resto de humanos que volvemos a la habitación como algún paso de Semana Santa, parando cada poco en torno al torrezno.

Que te pongas en el plato un par de lonchas de bacon y un huevo frito, levantarse dos o incluso tres veces a rellenar, es por lo visto un pecado en muchos foros, donde los cuerpos perfectos hacen gala después de un duro invierno de gimnasios y prohibiciones, pero eso sí, tomarte zumos de todo tipo con dos finísimas a la plancha está muy bien visto.

¿De qué sirve cuidarte hasta el extremo y no dejar a tu hijo ni probar un donuts si luego te fumas medio paquete de tabaco? Y qué me dicen de los que pagan y pasan hambre por vergüenza o por el qué dirán, o de aquellos que por unos días se hacen se zambullen en la tosta de aguacate con semillas de lino y pipas de calabaza. Saben ¿por qué?, porque en este León nuestro, muchos van de vacaciones no por placer sino para poder contarlo, por agravio comparativo. Y sino miren Facebook.
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