Derrotas que duelen de verdad

10/04/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Hay veces en el fútbol que te quedas con una sensación agridulce. Pasa mucho, más de lo que parece. A veces cuando ganas pero muchas más cuando pierdes. Y al final de los partidos sólo queda el consuelo de lamerte las heridas, resignado, pensando que a la semana siguiente hay una nueva oportunidad para resarcirse de todo.

En realidad no tú, los jugadores, el equipo y por extensión tú en la parte alícuota que te corresponde. Quizá las veces en las que el equipo lo hace mejor de lo que esperas o piensas, es más difícil que cuando cae dando vergüenza. En el primer caso la sensación de vacío, de injusticia y de desolación son más profundas. Una derrota vergonzante saca los instintos más primarios. En el caso contrario todo es más calmado, también termina siendo mucho más pesimista.

¿Qué hizo el Mirandés para ganar? No mucho. Tener suerte, si me apuras. Porque repasando mis apuntes, me sale un tiro a puerta del Mirandés en todo el partido. Vamos a dar tres, para los puristas de las estadísticas y porque yo me la haya dejado en el tintero por ser algún tiroinocente de estos que van a puerta, pero que no deberían puntuar.

Bien es cierto que nuestros, lo que es a puerta, no me salen muchos más, si acaso lo podemos dejar en un empate técnico. Un bagaje muy pobre (por parte de ambos) para considerar a alguno acreedor de la victoria.

Luego podemos entrar en consideraciones técnico-tácticas del partido, de si se debió hacer esto o aquello, de si hubo falta al portero en el gol o de si Santamaría estuvo blando en su área. De si Jebor debió dársela a Casado o de si debió tirar (vaya por delante que esa jugada se la juega 11 de cada 10 delanteros), de si Fabri cortó la reacción con los cambios o de si los hizo en el momento oportuno o de si Miquel debió tener un poco más de cabeza y no autoexpulsarse para vete tú a saber cuántos partidos.

Todas esas que son las claves, para mi, del partido, quedan en segundo plano. Porque esta derrota es de las que duelen de verdad. De las que dejan tocada el alma. Hoy muchos somos pesimistas de cara al próximo partido. La sensación irá pasando con los días, pero viene un rival fuerte, en un momento clave y no se puede fallar. Fallar es casi condenarse. Y se ha remado tanto, no se ha sufrido tanto este año para nada.

El domingo a las cinco espera un partido vital. Hay una semana para lamernos las heridas, levantar el ánimo y seguir en la lucha. Y va a ser difícil, pero hay que ganar. Por lo civil o por lo criminal. Muchas de las opciones de permanencia pasan por el siguiente partido. Este ya es pasado, ya se ha perdido. Hay que afrontar el siguiente con la misma actitud y si puede ser, con un poco más de suerte. A poco que acompañe la fortuna, la Deportiva será capaz de conseguir el objetivo.
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