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Demonios y monasterios

12/09/2021
 Actualizado a 12/09/2021
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¿Quién no ha pensado alguna vez en encerrarse en un monasterio? Cualquiera con cuatro demonios interiores y un poco de sofisticación lo ha hecho. Si además se busca soledad de la buena, no habría nada mejor que hacerlo en uno deshabitado, en plan okupación espiritual. Opciones para el lector interesado en la operación (por horas) hay en nuestra resultona Ruta de los Monasterios. Son San Miguel de Escalada, con su chocante iconostasio mozárabe; Santa María de Gradefes, tan imponente como la Inquisición; San Pedro de Eslonza, o lo que queda de él, pero muy bien intervenido; y Santa María de Sandoval, en proceso de intervención.

Del último puedo hablarle al lector con la autoridad que me da un encierro rápido (lo que viene llamándose «visita»). Admiré el tacazo de obras expuestas en ‘Palimpsesto Creativo’, iniciativa del Instituto Leonés de Cultura para lucir su colección en tres espacios monastéricos escogidos. El primero es la panera del complejo, símbolo de tanta abundancia que allí cuelgan más obras que bollos se podría comer en vida un monje cisterciense. Destacados originales de Eduardo Arroyo y obras seriadas de Chillida o Tapies conviven con mucho arte de todos los autores locales desde los años cincuenta exentos de maldición institucional.

El discurso de la exhibición está pensado, y mucho, por su pedagógico comisario Luis García Martínez. Y matizado con obras encargadas para la ocasión, como la instalación demoníaca de Antolín que brota por los pasillos del claustro para ilustrar las tentaciones de los frailes (y a la que ya le falta un acusador dedo índice de su delicado poliespán), los mártires encerrados en la capilla a cargo de Pablo Jejé y la bicolor escultura de Conrado como abrazo de bienvenida a la entrada del recinto (demostrando que no hace falta encargarle a Factum Arte toda obra de gran tamaño, ni tener un taller con decenas de operarios como Damien Hirst).

Esfuerzo grande el del ILC, muy enfocado en la arquitectura y el arte gráfico por vicio profesional o por ser aquellas disciplinas mucho más dependientes de fondos para su conservación que la música o la literatura. Esfuerzo grande que nos viene muy bien para tener lugares donde aplacar la demoniada que llevamos dentro, si no por una temporada, al menos por un rato.

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