02/08/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Se dice y no sin razón que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Pero es preciso tener en cuenta que hay infinidad de sistemas democráticos, que no todos son iguales, y que en nombre de la democracia también se pueden cometer barbaridades. Así, por ejemplo, Hitler fue elegido democráticamente. Ahora bien, en condiciones normales lo lógico es que se respeten siempre las reglas del juego. No obstante, no todos ven clara la forma de entender este respeto.

Según algunos, los resultados de unas votaciones sólo son válidos en la medida en que ellos han obtenido más votos; pero si es el adversario el que gana, entonces esos votos ya no sirven. Un ejemplo claro de esta forma de entender la democracia es lo que sucede actualmente en España. No resulta difícil imaginar la reacción de los que han perdido y obtenido cada vez peores resultados si ellos hubieran sido los ganadores. Está claro que hay dos varas de medir.

Aunque lo que justifica procurar el poder es el ser un medio para servir a la sociedad, no faltan los que piensan que «cuanto peor, mejor». Es decir, desearían que si gobierna el adversario, coseche todo tipo de fracasos, para tener así una buena disculpa para arrebatarle el poder. Por la misma razón los éxitos son vistos con disgusto y se insiste todo lo posible en minusvalorarlos y desacreditarlos. La noticia de la bajada del paro, por ejemplo, en el fondo sería una mala noticia para los aspirantes a gobernar y habría que quitar todo el mérito posible al gobernante de cuya buena gestión se obtengan buenos resultados con relación al empleo.

Lo normal sería que todos los que aspiran a gobernar tuvieran unos mismos objetivos: procurar la paz, la justicia, y el bienestar de todos los ciudadanos. En realidad no debería haber grandes diferencias entre unos y otros. Lo mismo podemos decir con relación a los medios empleados para conseguir esos objetivos. Si compran un mismo coche un señor de derechas y otro de izquierdas no se entiende que tengan que tratar al coche de distinta manera para que este funcione. Siendo sinceros y realistas, a la hora de la verdad no debería haber diferencias sustanciales entre unos y otros. No seamos ingenuos: si los que han venido gobernando han tenido que hacer recortes, otros en su lugar habrían hecho lo mismo. Por eso no se entiende esa cerrazón de algunos para no ponerse de acuerdo en cómo sacar adelante a España, como no sea por la única ambición, egoísta, de obtener el poder en provecho propio.
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