francisco-marquesb.jpg

Demasiada memoria histórica

06/03/2018
 Actualizado a 12/09/2019
Guardar
En España se tiene una tendencia a considerar el pasado como algo que siempre estamos dispuestos a blandir de forma vengativa sobre el adversario social o político de forma rencorosa y poco edificante.

La Transición supuso una especie de reconciliación entre bandos opuestos que libraron una cruenta guerra de enfrentamiento entre ideas contrarias y formas de interpretar la sociedad, que ganó uno de ellos, perdió otro y el que ganó no supo integrar al oponente y éste no aceptó la derrota.

Unos y otros, especialmente los perdedores,no han sabido enterrar el hacha de guerra y contribuir no al olvido sino a mantener una distancia propiamente histórica, constructiva, dialogante y positiva.

Este tema es motivo de controversia y sé con certeza que lo que estoy expresando originará sentimientos encontrados y sobre todo visceralidad entre aquellos que no han superado los horrores de un enfrentamiento que muchos veteranos de aquella contienda, la mayoría ya desaparecidos por variados motivos, habían considerado oportuno establecer puentes de entendimiento entre una orilla y otra.

Desgraciadamente los políticos oportunistas, aprovechando momentos actuales de difícil singladura por efecto de la irresponsabilidad de algunos , han manipulado la rabia y el desasosiego de una población hundida en una crisis de caballo, y han aprovechado para establecer el campo de la «memoria histórica» como reivindicación radical y de enfrentamiento, en lugar de entendimiento y pacificación.

Y así ha nacido una legión de investigadores, ‘arqueólogos’, historiadores del momento y localizadores de subvenciones, que haciendo bandera de sus ideales partidistas, que solamente abren sus opiniones y críticas hacia un determinado bando, olvidando que en el otro bando, precisamente, no eran hermanitas de la Caridad los que decretaban persecuciones, torturas, paseos y fusilamientos sin cuento debido a sus diferencias ideológicas y de criterio.

Los motivos para obtener un minuto de gloria en un Ayuntamiento, una televisión o prensa son variados, pero todos, todos, tienen un único fin: rememorar tiempos luctuosos del pasado y encender los motivos del odio en generaciones jóvenes que sólo oyen hablar de la guerra civil española sin profundizar más en las causas y su desarrollo.

No todos eran franquistas, ni participaban de los ideales del bando ganador, ni todos eran partidarios de los ideales de un comunismo que quería arrimar el ascua a su sardina bajo las directrices de Moscú e implantar una auténtica dictadura estalinista con toda la secuela de muertes que la caracterizaron.

Tanto en un bando como en otro existían discrepancias y unos y otros lucharon por mantener sus ideas.

Lo que no es de recibo es que sólo sea noticia lo que mujeres y hombres de la izquierda radical sufrieron y sin embargo no se diga lo que realizó esta misma izquierda revolucionaria de forma torticera y retorcida contra sus propios hermanos y sin el más mínimo atisbo de moderar sus instintos.

España se vistió de la panoplia de tics neuróticos de unos ideales dictatoriales fascistas y nazis y también de los postulados de unos revolucionarios marxistas que deseaban el poder a todo trance. Y eso nos llevó a la ruina y al retroceso cultural.

España sufrió una horrenda guerra civil y fue campo de experimentación y preludio de la Segunda Guerra Mundial y lo deben conocer nuestros jóvenes.

Aquí en España se experimentaron artefactos de guerra que fueron los que originaron tanta destrucción y matanzas en ambos bandos y posteriormente en Europa y el resto del mundo.

Las ideologías , nazi y soviética, tuvieron su caldo de cultivo de forma encarnizada e interesada. Ambas con un historial delictivo y opresor que logró cotas inimaginables con un reguero de sangre, torturas y miseria como nunca se había experimentado.

Si se investiga hágase en esa doble dirección porque ninguno de los dos bandos ofrecía caramelos al enemigo y todos lo que querían era ser el número uno en el pódium de la victoria utilizando los cauces democráticos que le ofrecía el sistema político vigente para después dinamitarlo ante la pasividad de la mayoría silenciosa que acudía a las urnas. Algo similar a lo que ocurre actualmente con algunos de los que han accedido al escenario político y se rasgan las vestiduras mientras que ideologías similares en otros países acuden a métodos antidemocráticos que prosperan porque las multinacionales del dinero se lo permiten.

Así que ni la izquierda radical que ahora se ufana y se revuelve en los sillones como una dama ofendida, ni la derecha que se calla y otorga avergonzada como en un falso reconocimiento vergonzante, deben dedicarse a tirarse los trastos a la cabeza y sí deberían fortalecer el sistema para regenerarlo, disminuir los gastos del aparato estatal y conseguir que las gentes vivan mejor.

No hay nada como una lectura sosegada y tranquila de nuestra Historia, realizada con objetividad, sin trabas, ni revisionismos, con sinceridad y cariño hacia nuestro querido país, admitiendo los errores cometidos por todos y puestos a la tarea de considerarnos ciudadanos que trabajan por el futuro de la nación.

Además siempre que se manifiesta esta opinión, se coloca la etiqueta de fascista, extrema derecha, franquista y poco menos que apestado, mientras que los investigadores de esa izquierda sin fuste y poco objetiva, siguen escarbando en un pasado que debería servir para que las futuras generaciones, desde su más tierna infancia aprendieran que los enfrentamientos civiles sólo conducen a la miseria, crueldad, muerte e incomprensión, y lo que es mejor es el abrazo de hermanos, el perdón y la colaboración para que nuestro país, España, progrese en paz y armonía.
Lo más leído