javier fernandez

Del respeto al ‘guespeto’

22/06/2022
 Actualizado a 22/06/2022
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M uchas veces los cambios son duros. Salir de la zona de confort, verte obligado a soltar esa estabilidad que tenías bien abrazada y explorar a pecho descubierto aguas desconocidas. La Ponferradina, después de cuatro exitosos años con Jon Pérez Bolo a los mandos en los que no ha hecho más que cumplir objetivos y afianzarse en el fútbol profesional, aparca el navío y se embarca en otro bote con nueva tripulación que se sumará a los navegantes que han remado contra viento y marea en los últimos meses y, sobre todo, nuevo capitán. La despedida del técnico vasco no ha sido la mejor, es evidente. La confrontación de versiones tratando de explicar los porqués y un escueto comunicado de adiós que comenzó siendo un agradecimiento y terminó recordando por enésima vez que fue el técnico el que se quiso ir invitan a pensar en algún suceso que se nos escapa. ¿Pero sabéis qué? No merece la pena detenernos en esto. Ni durante un solo segundo más. La verdad únicamente la conocen los protagonistas, y me temo que nunca será dicha. Lo que sí me apena son los menosprecios que ha sufrido Jon por parte de gente que lo tenía idolatrado hace no mucho. ¿No sería mejor quedarnos con la figura de ese hombre con gafas azules que exhumó a la Deportiva del cementerio, le dio dos bofetadas para que despertara, le quitó la tierra de la cara, la maquilló, le puso un traje precioso y la colocó en la pista de baile? Bolo es uno de los mejores entrenadores de la historia del club. Así de contundente, pero así de simple, y merece el respeto que siempre demostró –y demuestra- a la tierra y al equipo que se presentó en su vida y del que se enamoró. Dicho esto, sucedida una ruptura, como en cualquier ámbito de la vida, los afectados deben pasar página cuanto antes. Jon está comenzando una nueva historia en Oviedo, y a la Ponfe llega José Gomes, un hombre aparentemente entrañable y a la vez serio; amigable pero con carácter. Un profesional como la copa de un pino. Del respeto por Bolo a ese ‘guespeto’ que se convirtió en su marca personal y que, seguro, exigirá para un club y una afición que quieren soñar de nuevo.
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