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Del pito del sereno a la patada en la puerta

27/04/2021
 Actualizado a 27/04/2021
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Si de algo me ha servido esta pandemia, ha sido para ser testigo de cómo conceptos jurídicos que se creían asentados y asumidos socialmente, están siendo cuestionados por la vía de los hechos de forma escandalosa y de cómo la educación en este país y el respeto por las instituciones se viene degradando, probablemente porque la educación en general está de saldo, a pesar de que en más de una ocasión nuestros políticos han profetizado desde la pantalla que, de ésta salimos y saldremos reforzados como sociedad

Más de 30 años después del intento ‘Corcuera’ por legalizar la ‘patada en la puerta’ y de que el Tribunal Constitucional lo tumbara precisamente por inconstitucional, las entradas policiales en pisos en las que sus dueños o inquilinos parecen vivir ajenos al virus contraviniendo las medidas impuestas para frenar los contagios, han vuelto a poner sobre el tapete la defensa de los derechos y libertades.

Les confieso que sentí estupor al ver las imágenes de la policía ariete en mano y vergüenza ajena, primero, por la actitud chulesca y desafiante de los que celebraban con alborozo y algarabía estar burlando las medidas para la contención del Covid-19 en una fiesta ilegal, y segundo al ver cómo desde el Ministerio del Interior, dirigido por quien fuese Magistrado de la Audiencia Nacional durante años, se trataba de dar una justificación a esa actuación policial…

La inviolabilidad del domicilio está actualmente reconocida en el art. 18.2 de nuestra Constitución, aunque no se trata de algo novedoso que incorporaran nuestros constituyentes en el 78, ya que la cosa viene de largo… podemos decir que en nuestro país encontramos la génesis de su positivización constitucional, en el art. 126 del Estatuto de Bayona (1.808), que disponía que «la casa de todo habitante en el territorio de España y de las Indias es asilo inviolable: no se podrá entrar en ella sino de día, y para un objeto especial, determinado por una ley, o para una orden dimanante de la autoridad pública».

Con tal precedente, la inviolabilidad domiciliaria está reconocida en el artículo 18.2 de nuestra Constitución, aunque no es sólo en ese artículo pues tiene presencia con estatus constitucional en el art. 55 del mismo texto, donde se regula su suspensión únicamente en situaciones de declaración de los estados de excepción y sitio, o en relación con investigaciones de bandas armadas o elementos terroristas.

Quiere ello decir que, la inviolabilidad del domicilio no se ve afectada por otra circunstancia, aunque, por mucho que nos pese, la misma sea de la envergadura como la situación de crisis sanitaria en la que estamos. La protección de la inviolabilidad del domicilio es la misma antes de que hiciera acto de presencia el maldito ‘bicho’ y, el contenido y alcance del derecho constitucional no ha variado. Por ello, con la Constitución en la mano, «ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito».

Lo que quiere decir que, si un ciudadano se niega a abrir la puerta a las fuerzas de seguridad, los agentes no pueden acceder al interior de la vivienda salvo que dispongan de una autorización judicial expresa.

La única excepción constitucionalmente prevista es el supuesto de que la policía tenga indicios de que en ese mismo momento se está cometiendo un delito.

Tratar de forzar una justificación jurídica a las recientes entradas en domicilios, sobre un paraguas de ilicitud de la conducta de sus ocupantes basada en la desobediencia a la autoridad, es forzar mucho el mecanismo…y quizá nos hayamos pasado de frenada…

Por mucha reprobación que me merezca la actuación de esos insolentes, encarados desde la chulería de saltarse las normas tras una puerta cerrada, la Ley no ampara el abuso de Derecho, pero ojo, que tampoco ampara el ejercicio antisocial del mismo. Matiz que quizá hayan pasado por alto aquellos que enarbolan la inviolabilidad del domicilio para campar a sus anchas y tomarse las medidas frente al covid «por el pito de un sereno»…
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