Imagen Juan María García Campal

Del ciudadano Borbón y Grecia

07/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
Si no fuera porque, como tantas veces, esta patria mía –invocada por algunos con engolamiento mayúsculo– es de echarse a llorar, diría que es de risa, de tristísima risa.

A pesar de nuestra rica historia toda, veo como a causa de cainismos e inquisiciones de vario tinte o pelaje, no digamos de la endémica picaresca, venimos a tenernos todos por auténticos (para decir puros, abundantes están las eras de rastrojos) en lo que cada cual tenga a bien en cada caso. Aquí, todos somos auténticos, por no decir de pura raza, en algo y el que a nuestros amenes no se avenga ya se sabe: desleal, infiel, intrigante, conspirador o, como soflaman de nuevo los guardianes de las más rancias pestilencias: ¡traidor!

Hilvanaba mentalmente el texto de este artículo cuando, ¡zas!: si éramos pocos va el rey (no se malinterprete la minúscula, sigo las normas de la Ortografía sobre títulos y cargos) y habla u opina o dictamina o… vamos, que la lía por el mero hecho expresar como respuesta a pregunta periodística lo que, al menos, servidor (y me da que no en solitario) piensa, es decir: sus señorías: hagan sus deberes, cúmplanlo con la ciudadanía, que sí está el horno para más bollos, que ni así nos sobrará el pan.

Lo curioso es que, con este inesperado lío de lo dicho por el rey, uno, aun su resistente optimismo, descubre que en este país no hay tanto republicano como se afirma o de boquilla se proclaman algunos. Lo que hay, si es que los hay, es, quizás –habría que mirar foro y fuero– antimonárquicos. Porque, me pregunto yo, ¿qué clase de republicano es el que no le reconoce al ciudadano Felipe de Borbón y Grecia el derecho, ¡republicano donde lo haya!, constitucional (Artº 20) «a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra…». ¿Estos autodenominados republicanos le escucharán como ciudadano o para restringirle o criticarle el ejercicio de su derecho sí lo investirán de regia majestad? Para mí que estas son cosas de credos, dogmas, sectas y fes inquebrantables o, quizá, seguro, desvaríos de mi descreída y crítica heterodoxia.

Lo peor es que, mientras: crece y crece la vergonzosa sangre de mujeres asesinadas convirtiéndose en dato estadístico a considerar en un hipotético y futuro, acaso también eufemístico, pacto de Estado; siguen Open Arms y otras oenegés salvando náufragos en el Mediterráneo «contra la política europea»; que mientras…

Ay, Saramago. Ah, sus Ensayos: sobre la ceguera y sobre la lucidez.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
Lo más leído