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Del buenismo a los hechos

26/01/2020
 Actualizado a 26/01/2020
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De momento no se mueve ni un visillo. Todo continúa parado. La pretensión del sector ‘oficialista’ del Partido Popular de León en cuanto a ‘colar’ con calzador –o sin él– al nuevo secretario general de la provincia está haciendo aguas. Madrid no consigue torear al ‘amo’ de la comunidad, a Fernández Mañueco, y ese es el cabreo. Y el problema. El problema, claro, de quienes han querido convertir el partido en su particular reino de taifas, en su capillita, y barruntan que a corto plazo, si se celebrara un congreso provincial, acabarían contra las cuerdas. Por eso, en los últimos días se han producido filtraciones interesadas por parte de quienes, mediante juegos torticeros, ansían mantener el estatus.

Lo triste del asunto es que los ‘herederos’ (adviértase el tono irónico) de Isabel Carrasco –los que chiflan ahora en el Paseo de Salamanca– fueron incapaces de aglutinar el partido. O, al menos, de intentarlo. De poner sobre la mesa una nueva y buena voluntad para cerrar heridas. Para avanzar en común por la misma senda. Sin embargo, tomaron el camino contrario. Con Herrera como mandamás de Valladolid y las ‘ayuditas’ externas que tanto y con tan feo estilo se prodigaron en el tiempo, llegaron a creerse los reyes del mambo. Pero la música ha cambiado. La orquesta atacó otra partitura.

El dato fundamental es que mucho de lo que está ocurriendo hoy en día es producto del buenismo. Mañueco, una vez encumbrado al máximo cargo –y encargo– autonómico, desdeñó ponerse el puño de hierro con guante de seda. Prefirió el diálogo y creyó en la lealtad de las personas. Y con esa predisposición –en política hay que tener ojos en la nuca y en el culo– se olvidó del guantelete y sólo se calzó el suave y mimoso tejido. Error. Y monumental. Lo que ha venido después ya se conoce. La sucursal leonesa es un permanente dolor de cabeza.

Y por cierto y para que no se olvide. El escándalo de la fallida titulación académica del anterior secretario del partido se llevó por delante a la gerente. Como si se tratara de un tsunami. De forma destructiva. La acusaron de perfidia y lloriquearon en Génova para prescindir de sus servicios. Iban a por ella. Les resultaba una persona incómoda y había que cargársela. Era la oportunidad esperada. Antes, no habían tenido redaños para ponerla de patitas en la calle. La consideraban una reminiscencia de la era Carrasco y ese era su pecado. Y el pretexto. Baste recordar que en las primarias de 2017, donde Mañueco barrió a Silván en siete de las nueve provincias de la comunidad, ya hubo un tiento. Aquello se solapó pero las navajas seguían abiertas. Y en noviembre último las blandieron. ¿El resultado? La abrieron en canal. De arriba a abajo. Fin.
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