30/07/2021
 Actualizado a 30/07/2021
Guardar
Isaac Asimov es, y no creo equivocarme, la figura más importante de la Ciencia Ficción moderna (quito a Julio Verne que es incuestionable). Autor de muchas y magníficas novelas, algunas llevadas al cine como ‘Yo Robot’, escribió una trilogía que denominó ‘de la Fundación’, tres novelas y varias secuelas basadas en lo que él denomina ‘la psicohistoria’. No voy a disertar sobre ello, pues me temo que a no demasiados les interesa el tema, pero sí de lo que es el término ‘psicohistoria’, que puede muy bien definir lo que una buena parte de gentes de hoy está haciendo con nuestro pasado reciente. Me refiero a aquellos tiempos, no del cuplé, sino de los años de la postguerra, y su continuado trabajo de opinión sobre el tema.

Hace unos días ha circulado en las redes un escrito sobre los ‘tarados niños del franquismo’.

Está uno harto de gentes que opinan creyendo saber, supongo porque han oído o leído sobre aquellos tiempos, que se vivieron (vivimos), difíciles, sí, claro, como pasa siempre después de una guerra, como les pasó a todos los que las han sufrido a lo largo de los tiempos.

Por entonces había poco, muy poco de todo, y los niños de entonces vivían (vivíamos), disfrutando como locos con las pequeñas cosas de que disponíamos. El chico de la pandilla que tenía una pelota era el rey, y si no había pelota, ya se inventaba (nos inventábamos), otra cosa.

Íbamos al colegio, donde se hacía una enseñanza que, mire usted por donde, seguía los criterios de la Institución Libre de Enseñanza, el sistema que había implantado la República. Aprendimos la tabla de multiplicar cantándola, los Reyes Godos para ejercitar la memoria, incluso teníamos una cosa que se llamaba ‘urbanidad’, hoy desaparecida, donde se nos enseñaba a respetar a los mayores, ceder el asiento a las señoras (¡qué tontería!), dejar salir antes que entrar y algunas bobadas más. Teníamos un compañerismo a prueba de bomba, y cuando en un examen preguntábamos (a hurtadillas) al de al lado, hasta nos lo decía (¡increíble!, lo que no pasa hoy aunque a lo mejor lo que hoy sucede es que tampoco lo sabe).

¡Ah, y escribíamos sin faltas de ortografía!

Hacíamos trastadas y nos daban capones (qué horror!) y nuestros padres daban la razón al profesor, entre otras cosas porque, en general, la tenía.

Éramos un montón de chavales que jugábamos al fútbol, unos, y a las muñecas, otras. Y no teníamos problemas ni de coexistencia ni de nada. Bueno, de vez en cuando le quitábamos una muñeca a una niña y salíamos corriendo, pero nada más allá.

Entre nosotros, los chicos, éramos de la selección española y luego del Barcelona o del Bilbao (qué cosas), sobre todo porque César era del Barcelona y Garay del Bilbao, y de la Cultu también, aunque, claro, no era ni el Barcelona ni el Bilbao. Y del Real Madrid, pues poco. Si acaso del Atlético.

Y vivíamos contentos con lo que teníamos, en un mudo en el que oíamos hablar de un señor que se llamaba Franco, y poco más sabíamos de él. No me recuerdo indoctrinado, no canté ni una sola vez el ‘Cara al Sol’ pues nadie me lo hizo cantar. Recuerdo que una vez fui con un amigo a un bar que tenía el Frente de Juventudes (o así), en la primera planta de donde hoy está el BBV en la calle Ordoño, pues había oído que tenían una ensaladilla rusa estupenda (rusa, que no española), aunque no me acuerdo si era tan buena.

No recuerdo a ningún amigo o compañero que se dijera franquista, ni socialista ni comunista ni nada de nada, que para eso éramos niños, pero sí recuerdo que todos estábamos deseando hacernos mayores y comernos el mundo. Y todo lo que íbamos a hacer. Más o menos lo que por entonces se decía: «cuando seas padre, comerás dos huevos». Así andábamos, con ganas de comernos el mundo… y dos huevos.

Hoy se sigue a vueltas que si Franco hizo o no hizo, fue o no fue. No. Nosotros, ese puñado de chavales de todo sexo y condición, millones en realidad, fuimos los que hicimos. Nosotros, esos ‘niños tarados del franquismo’, lo hicimos. Nosotros, siguiendo lo que nuestros padres empezaron, hay que ser justos, nosotros generamos la clase media. Nosotros trabajamos, con ilusión y ganas, preparamos lo que hoy hay, la industria, el turismo, el comercio… y la democracia, tan traída y llevada y manoseada. Nosotros, que Franco poco habría hecho, ya podía cantar misa, si los millones de españolitos que nos formamos en la dura postguerra no nos hubiéramos puesto a trabajar y convertir España en la décima potencia mundial. Nosotros, esos niños tarados del franquismo, que no sabíamos quién era ese señor.

Así que, por favor, todos vosotros que tanto sabéis de aquella época, que os dedicáis a hacer la psicohistoria de entonces…

DEJADNOS EN PAZ.
Lo más leído