Imagen Juan María García Campal

Defendiendo la alegría

18/03/2020
 Actualizado a 18/03/2020
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"Defender la alegría como un principio/ defenderla del pasmo y las pesadillas" escribió Mario Benedetti. Quizá por esto y por mi sabida inmensa simpleza –en todas sus acepciones, incluidas las ya en desuso– prefiero pensarme hoy martes, día en que escribo, en mi cuarto día en cuarentena, «aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales» que de confinamiento, pues este término es y suena más a destierro o reclusión. Quizá por eso prefiero contar los días pasados que los inciertos por venir en igual, peor o mejor, lo que espero y deseo, escenario sanitario.

Qué duda cabe que vivimos días en que más que nunca se hace preciso tener en cuenta,muy en cuenta, asumir como exigente –exigido y exigible– principio propio, la enseñanza dejada por Carlo Magno de que «de la conducta de cada uno depende el destino de todos». Y así antes prefiero brindar mi desprecio concreto y general a los acaparadores de lo disponible para el abastecimiento del común de vecinos que regalarles mi humor y fe y esperanza en lo mejor del hombre, de la humanidad. De esta humanidad en la que, por humana, cual sanguijuela parasita e infecciona tanto miserable con nombre y apellidos de vario sexo, estado y condición.

Es obvio que, en mayor o menor grado, todos tenemos problemas –tranquilo no le voy a contar los míos– y que, si aún no los hemos visto agravados, pensamos con frecuencia en su posible empeoramiento. Supongo que es un humano reflejo, el reverso de la moneda denuestros mejores ensueños. Pero de ahí a convertirlo en una adicción hay un salto peligroso; un salto, si no mortal, sí temerario sobre sobre nuestro ánimo personal, sobre nuestra capacidad de resistencia. No estoy planteando la huida de ellos. Como alguna vez he escuchado, solo aumentaríamos la distancia con la solución, sino tener presente, parafraseando a Mandela, que esta: siempre parece imposible hasta que se encuentra.

Sí, creo que debemos «defender la alegría como un destino». Defenderla, sobre todo, de esos agoreros cantantes del apocalipsis, iluminados desentrañadores de misterios; conspiranoicos que, con verborrea disfrazada de intelectualidad –los intelectuales me perdonen–, siembran aún más incertidumbre ciudadana y desconfianza en las autoridades científicas y sanitarias.

Y sí, conozco entero el poema de Benedetti pero aún más sé de la necesidad de ánimo cívico. Además, la alegría es revolucionaria.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. ¡Venceremos!
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