Decepciones

20/01/2018
 Actualizado a 10/09/2019
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Hay veces que admiras mucho a alguien. O más que a la propia persona, admiras su trabajo, sus logros, lo que ha llegado a alcanzar. Es una suerte de mentor para ti, pero en el sentido más inspirador de la palabra. A veces lees a alguien, ves la película o la historia que ha creado, lo bien que le va su empresa, los reconocimientos y las buenas palabras que otros dicen de él, y piensas: «¡Coño, vaya genio! Quién pudiera conseguir algo así…». Y se convierte en una especie de obsesión bien entendida. Sigues sus pasos, lees entrevistas de él, autobiografías, investigas de dónde viene, cómo ha llegado a estar donde está… y hasta te da la sensación de que le conoces de toda la vida. Y es justo ahí, en ese punto, donde cualquier mala crítica hacia él o su trabajo te parece el mayor de los insultos. Y directamente lo tiras a la papelera de los comentarios que no tienen ninguna lógica y no interesan. Pero entonces esas voces, esos gritos detractores se hacen cada vez más recurrentes. Y no te queda más remedio que pararte y hacerles caso. Y cuando se siembra la duda en tu fe inquebrantable, es cuando llegan las mayores decepciones. Parecerá una tontería, pero a mí me acaba de pasar con Woody Allen. Uno de mis súper ídolos desde hace ya unos cuantos años. Siempre se ha visto envuelto en rumores sobre abusos sexuales e historias bastante turbias con sus hijas adoptivas. Cosas poco entendibles como su matrimonio con una de ellas. Y justo esta semana otra de sus hijas adoptivas, Dylan Farrow, daba una durísima entrevista a un canal de televisión para volver a relatar lo que ya haría años atrás en una carta abierta a The New York Times donde contaba, con detalles bastante explícitos, el calvario que había sufrido por parte de su padrastro. El tema, sinceramente, me puso los pelos de punta. Como cualquier tema relacionado con abusos a menores o a mujeres… La carta comenzaba con una pregunta escalofriante: ¿Cuál es tu película favorita de Woody Allen? Hasta hace nada lo tenía más que claro. ¿Ahora? No se si me apetece mucho ver ninguna más.
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