Decálogo de la soga

11/02/2020
 Actualizado a 11/02/2020
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Como el comer, necesitamos normas que iluminen nuestra ceguera social ‘saramaga’ y cultiven ese ego compartido bien entendido. Hasta el morir tiene su decálogo, que el rural cumple en todos sus términos al dedillo, antes de apretar la soga al cuello, para no liarse con el nudo. Lo primero esperder la orientación, no propia, sino del resto. Ya ninguna brújula marca el camino al pueblo, porque solo google lo hace y allí no hay cobertura (punto 2). Y así las cosas, el olvido administrativo se hace fuerte. Si en el ordenador no apareces, cuestiónate tu existencia, tal vez estés pisando terreno de unicornios (3), y tu ignorancia piense que lo que ves es real. Noooo, es fruto de tú imaginación poderosa, que piensa que aún quedan ovejas que dan lana o vacas que dan leche en las praderas bercianas, cuando es Zara la que oficia los ovillos y el tetrabrick el protagonista de los desayunos. El pueblo se va por el retrete cuando no tiene quien le escriba ni quien cuide su rebaño (4), no hay escuelas , porque la vejez ya es docente y niños quedan los justos para vaciar las aulas, ninguno (5) , ni centro de saludque sofoque las dolencias del maltrecho cuerpo de pueblo (6) ni autobús que abra alas a la conexión con la urbe (7). Y el dolor se acentúa cuando a la resta se une la de la tiendina (8) ni que decir tiene cuando se acaba la partida del bar (9) y sobre todo, cuando miras a tu estrella desde la hamaca y piensas que quieres quedarte, a sus pies, en una residencia donde también este Juan, que se lo han tenido que llevar los hijos porque dicen que se olvidaba de cómo se llamaba, como si en Madrid fueran a saberlo mejor que los que llevamos 40 años compartiendo corrillos con Juansiño, y la Mari que un día dejó la olla al fuego y allí quedó hasta que vinieron los vecinos a librar una tragedia… pero no hay, en esta tierra que no existe, y por eso tienes que coger el bastón para arrimarte al mapa, porque los achaques se cuidan cuando estás vivo (10).
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