28/02/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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Se sube al balcón ante la aburrida mirada de la parroquia de siempre, congregada para la ceremonia. Alrededor, los suyos sonríen cáusticamente, y se divisa a la fallera mayor encaramada en lo alto, dándole al candy crush. Él carraspea, se le enturbia el gesto y un tic le asalta el ojo izquierdo trasluciendo vacilaciones que no se le suponen, que ataja con una desagradable tirantez del cuello, tal vez asustado de sí mismo, de lo que hace y no dice, de lo que dice y no hace. Habla. Nos anima a que «dejeim passar el fred del verano» (o del invierno), que la cosa está hecha, la crisis ha pasado, no hay de qué preocuparse.

Gracias a él, a su mando, a sus decisiones... un tipo bosteza en la cuarta fila, otros tuercen el gesto en el lado opuesto; arriba del todo, alguien ojea un periódico deportivo. Que no pedimos nada prestado, clama. Aquellos miles de milloncejos para los bancos desvalijados serían confeti puro; la deuda soberana, una traca disparada, zacapún. Que los saqueos de lo público son caloret, el caloret faller, ya se sabe. Mucho humo y poca leña. Que la culpa es de otros, de los otros, la herencia y la indecencia, y tal y tal. El tipo, gélido por definición –¿soso?– se irrita cuando responde, como si no le creyeran, oye. Y tú más, y tú más, y tú más, rompe contra el graderío como olas del mar. Porque gracias a ellos amainará el caloret del foc y la flama, dejando solo el chispear de los bomberos a su paso. Para bomberos, ellos. La bomba, oye.

Los pobres, los enfermos, los parados, los indignados y los ofendidos, los defraudados y los burlados pueden tomarse un relaxing cup, por qué no, e ir a votar a los mismos tipos, porque, a partir justamente de ahora (de ahora, oigan bien), habrá trabajo, médicos, profesores, hasta bomberos habrá... y es que empieza ¡tacháaaaan! el caloret de l’ilusió. El caloret de la festa. Porque ja estem en falles. La plantá ha comenzado, el cartón piedra ocupa calles y mentideros. Hasta la nit del foc. Patético el caloret.
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