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De vez en cuando, la vida

31/07/2021
 Actualizado a 31/07/2021
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De vez en cuando la vida nos besa en la boca, y a colores se despliega como un atlas, nos pasea por las calles en volandas y nos sentimos en buenas manos». Fue inevitable evocar a Serrat al contemplar esos enjambres pluricolores de adolescentes que este jueves por la mañana se encontraban desplegados, en jolgorio matutino, a lo largo de la Avenida Palencia, jalonando el puente de los leones a la espera de su dosis.

Los feroces felinos enhiestos que custodian el puente sobre el Bernesga, contemplaban, envidiosillos, cómo centenares de hordas adolescentes plagadas de vida, les arrebataban por momentos el protagonismo de uno de los enclaves estratégicos de la ciudad de León.

Tanto rugir para nada, señores leones. Me temo que estos jóvenes rugen más y mejor y si no que se lo pregunten a sus padres y profesores.

Pobres de ustedes, que bastante tienen con aguantar el poco caso que hacen a sus rugidos los señores de la Junta, y con tener que compartir el protagonismo en la calle con el bueno de Guzmán, que alzado y desafiante sobre su columna, reina en la plaza, arrebatando vistas con ese chulesco porte, cuchillo en mano con el que, según cuenta la leyenda, prefirió sacrificar a su hijo antes que entregar la ciudad de Tarifa. Las malas lenguas dicen que lo del cuchillo es para aquellos visitantes que, desagradecidos, renieguen de León «Si no te gusta León, ahí tienes la estación». No se, D. Guzmán, no me parece el mejor modo de cuidar el turismo, pero usted sabrá.

¡Ah! Y no se preocupe por los de abajo. Esos son inofensivos. No se trata de nuevas incursiones norteafricanas, guarde el cuchillo. Son los jóvenes que van a vacunarse al Palacio de Congresos y Exposiciones. Por lo del virus ese, ya sabe. Vigoroso ese tapiz, tan inusual para comenzar un luminoso día de julio ¡con lo poco que les gusta madrugar! Pero ahí les ve, poblando con sus risas la mañana, algunos más cohibidos ante la presencia parental. Al ser menores de dieciséis no les queda otra que venir acompañados. Ya les ve, meneando sus flequillos, exhibiendo risas, aguantando largas horas de espera pese a ser los catedráticos de la impaciencia.

Parece ser que a la una del mediodía se agotaron las vacunas, así que algunos de ellos, tras el madrugón y pasar la mañana haciendo cola bajo el sol, se quedaron a las puertas. ¡Pobres!, menos mal que estamos en verano y no hay ‘cole’. Se les ve felices.

¡Qué razón tiene Joan Manuel! «De vez en cuando, la vida se hace de nuestra medida, toma nuestro paso y saca un conejo de la vieja chistera, y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela». Esa escuela a la que ellos retornarán en septiembre, ya vacunadines.
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