De Valderas a Gordoncillo: Al abrigo del trigo y el vino

Iniciamos un recorrido por los pueblos del sur de León, una tierra que bañan los ríos Esla y Cea y que moldean los Oteros, una desconocida para muchos a pesar de su cercanía. Empezamos el viaje allí donde la provincia se funde con las vecinas Zamora y Valladolid, allí donde la historia la protagonizaron pastores y arrieros...

T.G.
18/10/2020
 Actualizado a 18/10/2020
Soportal del Palacio de los Marqueses de Valderas. | MAURICIO PEÑA
Soportal del Palacio de los Marqueses de Valderas. | MAURICIO PEÑA
Ya humean algunas chimeneas en Valderas. No hace falta adentrarse en sus calles para percatarse de ese tufillo a caldera recién arrancada. Dejando atrás el Monte del Duque y tras atisbar desde la carretera de Campazas la ermita del Otero, basta alzar la mirada hacia la villa que se erige imponente sobre las últimas aguas del Cea que riegan León. Su caudal sirvió en tiempos para mover las piedras de un molino que pide clemencia al paso del tiempo envuelto en la maleza. Pero no está el paseo por Valderas para nostalgias con tanto como tiene por descubrir nada más atravesar el arco de Santiago. Hay vida en el pueblo. Lo cuentan las chimeneas y el trasiego de vecinos por las calles, aunque todos recuerdan cuando había vida «de verdad». «Hemos perdido mucha población, ya sabes. Vinieron años malos para quedarse aquí en los pueblos y, oye, la gente se fue buscando otra cosa que no fuera trabajar aquí en el campo que estaba la cosa muy mala... Pero el pueblo está muy bien. Mira, el bacalao aquí se hace al estilo arriero, que está buenísimo. Y tenemos buen vino también. Con eso, ¿para qué quiere uno más?». Con tales referencias empieza el paseo con ganas de buscar asiento en uno de los varios restaurantes que tiene la localidad pero nada como ir abriendo boca contemplando el Seminario. Cuentan que allí durmió Napoleón en plena Guerra de la Independencia lo que ya pone en antecedentes de la grandeza de la historia de una villa que era de parada obligada para los arrieros, muchos de los cuales perdieron tal oficio en Valderas asentándose en grandes casas señoriales que todavía hoy se pueden contemplar. La de los Arias, el Palacio de los Marqueses de Valderas, el de Castrojanillos, el de los Osorio... La plaza Mayor con sus blasones, el Consistorio viejo y los soportales; el castillo de la Altafría, la iglesia del Socorro y el arco de las Arrejas. Un paseo por Valderas es un paseo por un suelo hueco repleto de galerías que guardaron vino y atesoran leyendas, el fondo de una tierra al que este año han podido bajar al convertirlo en escenario teatral con una iniciativa conjunta con la vecina localidad de Gordoncillo. A ella nos vamos con los deberes hechos, tras haber descubierto los secretos de Valderas y después de haber saboreado el manjar del bacalao. No entramos en sus calles sin contemplar sus viñedos ya sin fruto tras la reciente vendimia. Prieto picudo, verdejo y albarín son las variedades de uva autóctona por las que apostaron para recuperar una producción de vino que se había perdido. La unión vecinal empujó un proyecto que hoy es una gran bodega con un cuarto de siglo a sus espaldas. Y tras descubrir el vino, toca el trigo, ese que en su día molió la Harinera Marina Luz, hoy convertida en el Museo de la Industria Harinera de Castilla y León (Mihacale). Lo que fue Panera es hoy una gran sala de exposiciones y un salón de actos donde la cultura se desarrolla al cobijo de los infranqueables muros de tapial. Del otro lado del patio, la harinera. A falta de su maquinaria original, fue recreada con otra idéntica llegada de una fábrica de Zamora y tal es el detalle con el que ha sido recuperada que parece que ve uno el trigo convertido en harina al contemplar el ciclo del grano una vez entraba allí allá por los años 30 del siglo pasado cuando echó a andar. En el patio del museo un gran morlaco de la ‘ganadería’ del escultor Cosme Paredes pone la guinda al conjunto del Mihacale del que sale un poco más rico en cultura. Es en esta localidad donde no fallan cada verano con un Festival Internacional de Payasos como tampoco lo hacen con otras celebraciones como la Romería de San Gregorio o sus fiestas en honor a San Juan Degollado. Acaba el viaje por el sur del sur de León bajo los soportales de la plaza de Gordoncillo donde un restaurante abrió hace no mucho, una apuesta por el medio rural de las de verdad. «Con los tiempos que corren...», me comentan. A pesar de ellos hay quien arriesga y merecido tiene ganar.

Archivado en
Lo más leído