Imagen Juan María García Campal

De una magistral esperanza

21/04/2021
 Actualizado a 21/04/2021
Guardar
El pasado viernes escribí a mis amigos ciertos y amistades virtuales, en la red social que habitualmente uso, lo siguiente: «No sé usted, pero yo, aun cuando comienzo el descenso de mi nube onírica antes de que raye el sol, cada mañana tardo más en notarme terrenal. Como que hubiese aumentado la distancia, como que, aún siendo la misma, mis sentidos todos se hubiesen ralentizado, como que fuese creciendo el peso de los vividos días, como que... ¡Poco o nada!», y me rescataba de mayor cavilación –a nadie le gustan sus yerros de cuenta ni las propias miserias a hora tan temprana– con un «será cosa de la astenia primaveral».

De igual manera estaba este lunes compartiendo tiempo y espacio con ese ‘descensus ad ínferos’ de la realidad que supone ponerse al día del estado de la patria, cuando nuevamente pude constatar el increíble pero cierto parecido existente entre el gran tiberio de una colonia grajera en tiempo de reproducción y el discurseo político.

¿Cuándo volveré, volveremos a escuchar a un político exponer sus tesis, su programa, sin justificarlas, no en el estado de las cosas del cotidiano vivir, como debería ser, sino en una previa descalificación absoluta del adversario? ¿Cuándo la razón, «argumento o demostración que se aduce en apoyo de algo», volverá de su destierro político para ocupar el digno lugar que le corresponde, arrancando de raíz la creciente beligerancia del conmigo o contra mí? ¿Cuándo volveremos a encontrar, en tantos de nuestros políticos, mayores pruebas de civilidad o, lo que es lo mismo, de sociabilidad y urbanidad? ¿Para cuándo más y mejores usos propios de la cultura democrática? Con qué nefasta facilidad se igualan a quienes critican y pretenden mejorar; con qué funesta frecuencia pretenden inocularnos el virus del enfrentamiento, tan alejado de la legítima y democrática discordia.

En ese y otros mercadeos deportivos estaba cuando el programa radiofónico ‘Un café con Iñaki’ me fue conduciendo hacia la emocionada esperanza que representó escuchar a Nicolás Vega Diez, (leonés) maestro en prácticas, transmitiendo con «implicación, vocación y pasión» la emocionada ilusión, esperanza y optimismo de ser maestro, del poder transformador de la Educación, así con mayúscula, desde un Colegio Rural Agrupado de Galicia.

¡Cuánto que aprender de este, aun en prácticas, Maestro! ¡Cuánto que atesorar y agradecer! (Escuchen el pódcast).

Hacía días que no aterrizaba esperanzado, con una sonrisa en el alma.

¡Salud!, y cuiden, cuídense y buena semana hagamos y tengamos.
Lo más leído