¿De todo, como en botica?

Están ahí casi siempre. O siempre. Ser farmacéutico en un pueblo tiene prácticamente el mismo rango que cualquier otra autoridad. Y mas aún en los tiempos que corren, en los que muchas veces en la puerta de los consultorios suele aparecer más de un día y más de dos el cartel de ‘vuelva usted mañana’. O pasado, o al otro. A falta de médico, el farmacéutico asesora, informa y escucha, porque buena parte de su trabajo pasa por ejercer de psicólogos. Sin embargo, la gran labor que desarrollan no siempre se ve reflejada en la caja. Se suele considerar en la calle que el farmacéutico es un sector con un poder adquisitivo de cierta importancia, pero en realidad hay de todo, como en botica. Porque en los pueblos es cada vez más difícil que subsistan las farmacias. Hay 32 en la provincia cuya viabilidad económica se encuentra en una situación comprometida, según los datos de Colegio de Farmacéuticos. Prestan un servicio muy necesario y tienen que cumplir con unos horarios, con unas guardias y estar a disposición de quienes les puedan necesitar, ya sean dos personas o cien. Muchas horas de trabajo y poca rentabilidad. El problema de las farmacias es el mismo que el de tantos otros servicios en la provincia, la despoblación. Pueblos sin apenas vecinos una población envejecida. Pero allá donde quede una persona hará falta una farmacia cerca, y sin servicios como la dispensación de medicamentos es difícil atraer población. Es por lo tanto la pescadilla que se muerde la cola. Lo mejor de todo es comprobar que muchos de ellos, a pesar de las dificultades económicas y de las horas de trabajo, a pesar de ver mermada su clientela de día en día por el envejecimiento de los pueblos, siguen viendo las bondades de ser farmacia rural y siguen ayudando con el entusiasmo del primer día.