De raíces judías y artesanas

El de Santa Ana es un barrio histórico de la ciudad, que ha sabido evolucionar con los años y que hoy se encuentra plenamente integrado en el centro

Rosa Álvarez
10/09/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Santa Ana cuenta, según el Ayuntamiento, con "un nivel de equipamientos razonable, por encima incluso de los promedios de la ciudad". | DANIEL MARTÍN
Santa Ana cuenta, según el Ayuntamiento, con "un nivel de equipamientos razonable, por encima incluso de los promedios de la ciudad". | DANIEL MARTÍN
El de Santa Ana es, sin duda, un barrio con historia. Con raíces judías y pasado artesano, esta zona, a un paso del centro, fue una de las más destacadas de la ciudad. Punto de encuentro de oficios de lo más variopintos y hogar para quienes trataban de ganarse el pan y buscar una salida. De hecho, una de las primeras referencias que encontramos sobre el barrio de Santa Ana es aquella que apunta que tras la destrucción de la judería de Puente Castro, muchos de sus habitantes se trasladaron al centro de la ciudad y se instalaron en buena parte junto al mercado de Santa Ana.

Para entender su transformación como barrio judío hay que remontarse a julio de 1196, cuando las tropas castellanas y aragonesas rompieron la fortificación, entraron en la judería de Puente Castro y la destruyeron. Con este espacio arrasado, los supervivientes trataron de buscar alternativas, planteándose la ciudad como un lugar desde el que partir de cero y eligiendo para ello el espacio comprendido entre las actuales Plaza Mayor, de Santa Ana y del Grano, donde los judíos prosperaron en el comercio, la artesanía o la agricultura. Tanto es así que a día de hoy muchos nombres de las calles de esta zona recuerdan su pasado comercial y existe también la posibilidad de realizar una ruta, conocida como ruta judía, que permite aproximarse un poco más a esta etapa.Red de juderías de España explica, desde su página web, que la mayor concentración de población judía «estuvo agrupada junto a la Parroquia de San Martín y el eje que arranca de la Puerta de Arco de Rege, Cal de Moros, continuando por Cal Silvana hasta Santa Ana, donde se encontraba el Mercado Mayor» y que «la actual calle de Santa Ana, antes Calle Silvana, debía su nombre a la importante familia judía, Silván, poseedora de casas y huertas». No olvida hacer referencia a esta parte del pasado de Santa Ana el concejal de Empleo, Promoción Económica y Educación del Ayuntamiento de León, Javier García Prieto. Él tiene asignados dentro de sus competencias el Polígono X, El Ejido y Santa Ana y, por ello, conoce bien las particularidades de cada uno. «Es un barrio histórico de la ciudad, dentro de la antigua judería y de importante tradición artesana, donde destacaban curtidores, plateros o alfareros». Como curiosidad, señala también otra faceta, ya que según explica, fue además un «barrio prohibido», donde proliferaron las «casas de citas y gente de oficios dudosos».Mucho tiempo ha pasado desde entonces hasta ahora. Un periodo de cambios más o menos significativos que han ido dejando su huella en su configuración actual. Hoy el barrio de Santa Ana es una zona moderna, perfectamente integrada con el centro de León y que dispone, según García Prieto, de un «nivel de equipamientos razonable, por encima incluso de los promedios de la ciudad», con todo tipo de servicios cerca y zonas de esparcimiento. Concretar cifras sobre vivienda y población resulta ahora mismo, sin embargo, tarea complicada, ya que subraya que «cada calle pertenece a un distrito distinto», aunque añade que «la mayoría del barrio pertenece al distrito 5, que incorpora toda la parte antigua, desde el barrio Húmedo hasta la Catedral».

El perfil de su población es también variado y, entre sus construcciones, destaca la Iglesia de Santa Ana «del siglo XV edificada sobre otra anterior, del siglo XI», comenta García Prieto. En la web del Ayuntamiento se ofrecen más detalles sobre este templo, de que dicen que «pudo ser originariamente una antigua sinagoga. Fue fundada por los caballeros de la Orden de San Juan y tiene tres naves: la central amplia y las dos laterales formadas por arcos de ojiva. En la pared norte presenta pinturas murales de estilo mudéjar y el retablo es de estilo neoclásico, con tallas barrocas».

El concejal hace referencia también a otra construcción que fue «otro de los emblemas» del barrio, hoy solo visible en fotografías, como es el caso de sus casas con soportales, elevadas con pilares de madera sobre poyos o basas de piedra granítica que dejaban un espacio abierto en lo que sería su planta baja. Estas viviendas se situaban en el entorno de la iglesia y su desaparición data de los años 80, cuando García Prieto recuerda que «por desgracia, se tiraron todas», dejando paso a otras casas más modernas.

Sin apenas quejas

Volviendo a su presente, el barrio de Santa Ana «no cuenta con un índice muy elevado de quejas», lo que evidencia –en palabras de García Prieto– su buena posición, si bien también puede influir en ello que no dispone de una asociación de vecinos propia que pueda canalizarlas o que se trata de «un espacio reducido en comparación con otros barrios de la ciudad». Esto no impide, añade, que se trate de una zona bien atendida y «cuando hay alguna actuación, sobre todo en temas de transporte o de equipamientos de infraestructuras, es un área conectada con el Polígono X y El Ejido porque los trazados son los mismos en cuanto a agua, asfaltado y servicios eléctricos», por lo que se beneficiaría en buena medida de las demandas de estos otros barrios.

A falta de una asociación que represente la voz de los vecinos, contrastamos la información del Ayuntamiento a pie de calle, preguntando a título individual a los que allí residen. Jesús lleva algo más de una década en este barrio, que eligió por su buena situación respecto al centro. Hoy se muestra «encantado» y, aunque lo intenta, asegura que no se le ocurren pegas. «No hay nada que pueda decirte que no me guste o que lo diferencie para mal del resto», comenta. Elena tiene una opinión similar. Ella ya nació en Santa Ana y resume que «es un buen sitio para vivir, no me importaría quedarme para siempre».
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