Imagen Juan María García Campal

De prefijos y bemoles

29/12/2021
 Actualizado a 29/12/2021
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Que somos biodegradables es una obviedad que se puede observar ante cualquier espejo, por no ir a un osario. Mas peor es constatar, también como certeza clara y manifiesta, que asimismo podemos ser autodegradantes –en todas las acepciones del verbo degradar–.

Pruebas de ello hemos tenido en días pasados y, conste, no me refiero al genovés uso de la muñeca por Mañueco al firmar la adelantada convocatoria de elecciones autonómicas en modo aquí te pillo, aquí te mato, que buen siervo soy. En su derecho e interés está, por más que me parezca que sobre todo en el último, que es, como bien se nota y sabe, de lo que él trata.

No, no, de verdad que no apunto a tal político por tan político hecho.

Aludiré solo a dos autodegradaciones que, por cuestiones de habitación, me afectan y, ambas, vistas con mezcla de vergüenza ajena y propia indignación.

La primera autodegradación que observé fue la del freudiano Pedro Sánchez, degradándose a ministro de información de sí mismo (me recordó al peor Fraga Iribarne franquista, es decir, el previo a su conversión a demócrata de toda la vida) para comunicarnos que en la conferencia de presidentes autonómicos había intentado endilgarles a estos una transferencia de responsabilidad con la Covid-19. Vamos, una fina manera de confesar, amparándose en la estructura del Estado, que no había bemoles (educada autocensura) para ninguna de las restricciones recomendadas por varios, por no decir muchos, científicos. Un impermeable. Lo tendría por listo o sagaz si no fuera porque tales actos y declaraciones indican una suposición de poca inteligencia en la ciudadanía.

La segunda, la de Mañueco degradándose a recomendante de sanidad y, tal imitación del anterior (cuidado, Alfonso, que te la juegas), aconsejarnos a los ciudadanos que en las reuniones familiares y privadas «cuantas menos personas y unidades de convivencia, mejor» y a los ayuntamientos que «extremen las precauciones en los eventos que impliquen grandes aglomeraciones».

¿Bemoles? ¡Quia!, otro freudiano impermeable.

Espero que ambos, para tanta recomendación, no hayan contratado más asesores o asimilados, eso sí, sin bemoles.

Parafraseando a Isaac Asimov, lo más triste de todo es que la ciencia reúne el conocimiento más rápidamente que ellos reúnen un mínimo de responsabilidad pública y política. ¡Y bemoles!

Mas como la vida enseña: números cantan (ya empiezan otra vez tras los datos del navideño fin de semana) y los muertos no votan. Es decir, autocuidado y ¡sálvese quien pueda!

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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