26/12/2019
 Actualizado a 26/12/2019
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Hace muchos años que mis navidades son de 'pichiglás', que la tristeza por la silla vacía vence de forma contundente a la satisfacción por el estómago lleno, que los villancicos no son sinónimo de ilusión sino consecuencia de haber tomado más de un espumoso. Quizá son solo los más pequeños quienes a día de hoy viven unas navidades que no son de 'pichiglás'. Porque resulta sencillo que los demás nos dejemos llevar por la melancolía o por nuestras preocupaciones diarias, por aparentar lo que no somos o por quedar en todo momento por encima de los demás. En realidad, la vida es de 'pichiglás' y por eso, igual que triunfan la cerveza sin alcohol, la leche sin lactosa, el café descafeinado o los dulces sin azúcar, nos hemos acostumbrado a unas navidades sin ilusión, a unas navidades que son cualquier cosa menos navidades. Pueden ser consumo, pueden ser escaparate de aquello que ni somos ni sentimos, pueden ser la mayor demostración de paciencia de los que en realidad nos acostamos en estas fechas deseando que llegue el siete de enero. Alguien me dijo una vez que la verdad siempre asoma. Y tiene razón, pero hay verdades que uno nunca espera y otras que siguen tratando de ocultarse pese a su evidencia. Solo hay que escuchar por ejemplo a los populares leoneses diciendo que son el partido «más unido». No pude disimular la carcajada mientras tomaba nota de lo que se decía en su almuerzo navideño. «Somos una gran familia», añadían. Y en cierto modo tienen razón, son como esas familias en las que el convite acaba con improperios y exhibición de trapos sucios o en las que los cuñados se acaban tirando de los pelos. Pero hay también diferencias, porque en las comidas de las grandes familias se empieza a discutir a cuenta de la política. Sin embargo, en los partidos eso es lo de menos, porque la bronca es por el menú, por tener repleto el pesebre. Lo cierto es que, entre tomar nota de los discursos de los líderes populares, aguantar la risa, buscar explicación a por qué los aplausos iban por mesas y escuchar los comentarios sarcásticos de los militantes de a pie, no tuve tiempo de fijarme en demasiados detalles, pero solo espero que los cuchillos fuesen como mis navidades, de 'pichiglás'.
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