28/11/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Cada vez con mayor frecuencia me pregunto si nuestros polícromos y asalariados políticos nos tendrán por olímpicos idiotas –del griego ‘idiotés’, el que no se ocupa de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados–. Lo de olímpicos lo digo por nuestra inmensa resistencia, que no paciencia, que llega uno a desasosegarse hasta límites genitales. O, por el contrario, nos considerarán domesticados gansos que de día en día saltamos por encima de las tropelías perpetradas a nuestras esenciales instituciones democráticas, solo que, en vez de hacerlo de casilla en casilla como en el infantil juego, ahora lo hacemos de pendencia en pendencia, mientras el ambiente general se va haciendo nauseabundo. Casi que a estas alturas de la cabreada desesperanza podría decir que nos tienen por ambas cosas, por gansos e idiotas o su mixtura: gansos idiotas.

Así, mucho se ha hablado y pronto olvidado la agraviosa tropelía cometida con la judicatura en el pacto y posterior disenso en la elección de vocales del Consejo General del Poder Judicial, bien es cierto que con cierta anuencia de alguno de sus presuntos vocales de reconocido prestigio –eso sí, que no falte– que presto se apeó de la componenda, reivindicando su independencia (no leer ‘in the pendency’) a raíz del ‘guasap’ (utilizo esta admitida adaptación por la guasa del asunto) enviado a todos los senadores del PP por no se sabe qué espíritu asistente en sus tejemanejes, y no antes, cuando aún no elegidos los vocales ya se le filtraba o daba como presidente.

Y qué fue de la cuestión importante: la independencia del poder judicial. Cuando nuestra Constitución más democrática y duradera va a cumplir cuarenta años, con la composición y características (edad, sexo, antigüedad) de los jueces de este país (se puede consultar en internet en la página del CGPJ), ¿de verdad precisa este esencial poder del Estado de la tutela de los partidos políticos aun sea disfrazada de soberanía nacional? ¿No somos ya un Estado democrático consolidado? Cómo los partidos mayoritarios y, ahora, Podemos, que se pregunta para qué sirve el Rey, quieren no sin interés servirse la alícuota parte de independencia de la Justicia. ¿Con más del 55% de sus miembros pertenecientes a asociaciones profesionales –pálpense partidos y sindicatos– de verdad se cree precisa su tutela? ¿En nombre de qué, en nombre de quién?

Respétennos como deben, respeten la independencia del Poder Judicial y déjense de pendencias que para eso ya sobran rufianes de color vario.
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