Imagen Juan María García Campal

De paraguayos y zoquetes

08/07/2020
 Actualizado a 08/07/2020
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Me encantan los paraguayos. No sólo por la explosión de frescor que en la boca representa su voluptuoso saboreamiento que tanto estimula mi imaginación más sensual –como la mayoría de las frutas– y que sólo con ellos, sin embargo, reprimo. Escrito tengo en renglones cortos que «Hoy me han secuestrado dos gajos de naranja. Sí,/ dos gajos de naranja me han sacado de mis ruinas habituales,/ pequeñas vanidades, grandes miserias,/ y a tu sexo me han llevado...». Con los paraguayos, concreto, reprimo o, mejor, reconduzco la imaginación a la memoria, pues, aun encendiéndome ambas a la par, prefiero rememorar con ellos la feliz cara de mi padre siempre que los saboreaba, siempre que con ellos se deleitaba y pensaba yo, de aquella, que rayaba el éxtasis y hoy estimo –cumplido hace años, junto a uno de mis hermanos, su deseo de que conociésemos La Habana, donde había emigrado y trabajado de muy joven– que, en realidad, lo que le provocaban los paraguayos eran sobredosis de gozosas memorias juveniles. La vida y sus cosas, esas que nos salen al encuentro ora por unos paraguayos, ora por dos gajos de naranja.

Bien podían gustarme los zoquetes. Digo, por su abundancia y lo al alcance de la mano que se ven. Pero no, los detesto. Los aborrezco, aclaro, no sea cosa que algún lector crea que malgasto humor y tiempo en condenarlos y maldecirlos, tomando el cielo por testigo. No, habiendo paraguayos y anaranjados recuerdos, sólo los desprecio y evito.

Uno mira el cambiante y creciente mapa de rebrotes del coronavirus en España y bien podría hacer el censo de zoquetes patrios. Miren que se han manejado datos, que se ha dicho que el gobierno los facilitaba siempre a la baja. ¿No? ¿Sí? Pues ni así. Los zoquetes de vario sexo, estado y condición a su bola. Cual estuviesen solos en el mundo. En el suyo, claro. Tienen vista subjetiva, solo ven su objetivo, para ellos los demás o padecemos de translucidez o simplemente –son simples ellos– no existimos. Y como ellos, tanto responsable político hozando en lo suyo y sus conspiraciones.

Sí, me gustan los paraguayos para los que zoquete, amén de «persona tarda en comprender» también significa (salvo las honrosas excepciones) cargo público, vamos, carga pública.

Ah, escribo esto mientras, con inmensa gratitud, escucho obras de Ennio Morricone, ese romano universal que, con su fertilidad musical, nos hizo del cine un aún mejor y mayor paraíso en el que exiliarnos de la realidad.

¡Salud!, y buena semana hagamos, buena semana tengamos. Cuiden, cuídense.
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