28/04/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Se lo había prometido. Cada año yo llevaba a mis alumnos a Italia en primavera y a la vuelta siempre mis amigos me pedían que el primer año de mi jubilación les llevase a ellos. Se lo había prometido y lo cumplí. La semana pasada, con cincuenta compañeros jubilados, he hecho el mismo recorrido de los alumnos. Lo mismo, pero totalmente distinto. He cambiado los potros pura sangre de diecisiete años por los caballos sesentones y maduros que disfrutan de sus paseos y sus recuerdos. Es verdad que he perdido en fuerza y energía, pero he ganado en tranquilidad y reflexión.

La mayoría de los participantes ya conocían Italia pero, como decía Nelson Mandela, «no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuánto has cambiado tú». Todos reconocen haber visto otra Italia. Por otra parte, este viaje era especial. Un grupo de amigos, una verdadera piña, unidos para visitar nada menos que Italia en primavera. Todo ha salido «redondo», un broche de oro a mis innumerables periplos por ciudades italianas.

Sin la preocupación de mis alumnos yo he podido disfrutar más de la belleza del paisaje y el arte italiano. He podido deleitarme con las ‘pizzas’, con los ‘cappuccini’ y con los ‘gelati’.

Os recomiendo Italia en abril o mayo. Es totalmente diferente al resto del año. Venecia o Roma en agosto pierden gran parte de su encanto. Recorrer la Toscana en abril con todo el colorido y la belleza de su paisaje es un verdadero placer. Italia es un paraíso que nadie debería perderse en su vida. Me comentaba un amigo que «los italianos son tontos cobrando sólo seis euros de impuesto municipal en los hoteles por noche porque vendríamos a Florencia igual aunque cobrasen sesenta».

Las ‘pizzas’ se comercializan y se consumen en todo el mundo pero las italianas son otra cosa. Posiblemente el secreto está en la masa. Frente al horno de leña son malabaristas de circo amasando las bolas de pasta, las bailan como si fueran platillos volantes. Es un espectáculo verlos trabajar. Han nacido en ello, lo viven y lo bordan. El resultado siempre era el mismo: la cara de satisfacción de los alumnos mientras saborean una ‘margarita’, una ‘quattro stagioni’ o una ‘quattro formaggi’. Sus comentarios siempre: «¡Qué diferencia con las nuestras!».

Los ‘cappuccini’ son exclusivos de Italia. Los ingredientes son iguales en todo el mundo, café expreso y leche montada con vapor para crear espuma, pero con un toque especial. Es un arte acertar con el punto de la temperatura de la leche, a la que dan volumen con vapor a presión para lograr una textura cremosa. La magia está en conseguir el punto exacto. Eso sólo lo dominan los italianos. Me confieso adicto a los capuchinos, pero sólo en Italia.

Por último, los ‘gelati’. Los helados italianos son únicos en el mundo. Al saborearlos te das cuenta de que todos los helados que has comido en tu vida son sucedáneos. El gelato es un producto artesanal con recetas que han pasado de generación en generación. Posiblemente el secreto de su calidad está en sus ingredientes. Utilizan sólo productos naturales.

Italia es una maravilla y los italianos son especiales. Nos han prestado al mundo las palabras, los nombres de las pizzas, los cappuccini y los gelati pero la calidad se la han quedado para ellos.
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