De moscas y moscones

Maximino Cañón
13/08/2022
 Actualizado a 13/08/2022
En aquellos años cuando, llegando este tiempo, y sin conocer el cambio climático, soportábamos aquellos calores dignos de la estación veraniega, los hombres con unas viseras, y si eran de propaganda mejor, y las mujeres con la sola ayuda de unos abanicos para combatir el calor, tenían que acabar con las muñecas dormidas de tanto darle aquel utensilio que, además de aliviar el sofocón, antiguamente, en las fiestas sociales, se empleaba como transmisor de mensajes. Lo curioso es que según pude informarme si se cerraba despacio quería dar un «si» como respuesta afirmativa, si se abría y cerraba rápidamente quería decir que la dama estaba comprometida. El caso es que a falta de teléfono ‘móvil’ bueno era el abanico como medio para mandar mensajes de una manera discreta, sin que las mamás y los papás se enteraran.

A lo que me quiero referir es a las molestas moscas que, con pocos medios para combatirlas, no te dejaban pegar ojo ni estar tranquilo, por ejemplo leyendo o comiendo, sin que tuvieras que andar con aquellos matamoscas en la mano, que se parecían a una raqueta de tenis, pero mas pequeñas, para librarte momentáneamente de ellas. Quien no se acuerda de aquellas cortinas antimoscas en tiras de plástico verticales ensartadas en unas piezas de metal que impedían, (más o menos), la entrada de las mismas. Con el fin de protegerse uno de las molestias que originaba, se probaban multitud de sistemas para impedir la aumento de estos insectos, por otro lado tan necesarios para mantener el medio ambiente. Yo recuerdo, no sin cierto reparo por la repugnancia que suponía a la vista, aquellos rollos un papel especial desenrollados e impregnados de una especie de miel donde se quedaban atrapadas a la vista de la clientela cuando colgaban del techo en los establecimientos públicos.

Hoy, por la proliferación de medios para combatirlas, lo cierto es que se ven pocas. Según explicaciones científicas, las moscas son buenas y beneficiosas para, entre otras cosas, controlar las plagas, y descomponer la materia orgánica, sin olvidarnos que, por el contrario, también son portadoras de plagas.

Aunque las moscas suelen empezar a proliferar en primavera, hay otra especie que se mantiene interperrita esperando que le llegue la vez para estar en la pomada política, de la que yo, (no quiero dármelas de puro ni de perfecto), también probé. La especie a la que me refiero es la de los ‘moscones’, que son como moscas grandes, que siempre están rondando alrededor de, de ellas, o de los que mandan. Hay frases que a mi no se me pueden olvidar teniendo como personaje central ‘El moscón’, por ejemplo: cuando estabas merodeando a una chica y ella no te correspondía, solían soltar esta frase entre la amigas: «tengo a ese tío que es como un moscón, que no me lo puedo quitar de encima».

Hoy con la ayuda de eficaces insecticidas, casi no se ven las moscas. Otra cosa son los moscones que contra ellos no se ha encontrado antídoto que valga porque hay uno que es el voto, pero con el tiempo va perdiendo eficacia.
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