03/08/2022
 Actualizado a 03/08/2022
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Ahora que ya sé el final más cerca, desoigo los pulsos de la apetencia y ni largo tanza, ni macizo revueltas aguas, ni lanzo carnaza a los excitados tiburones que, escrito está: «Cada mañana salen / limpios de escrúpulos; / armados / de oculta y calibrada ambición; / dispuestos / a desayunarse el día, / a comerse el mundo». Me basta disfrutar lo primarios que son (qué peligro), lo fácil que es activar su primitiva simpleza, hacer que, aun su supuesta inteligencia, muerdan el cebo.

Por eso y un poco por provocar, aviso que, si no antes, a partir del 23 de septiembre –primer día del otoño–, y a fin de coadyuvar al preciso ahorro energético, no saldré a la calle, amén de tocado de chapeo, sin arroparme bien con sueter cuello Perkins, bien encorbatado con nudo doble Windsor o preferiblemente –la elegancia es la elegancia– sin un pañuelo Ascot o similar o con tarabica. Y, como mínimo, mantendré alguno de tales atuendos hasta el 21 de marzo de 2023. Todo sea por la calma, el humor y, obviamente, la patria.

En serio, ya bromeado, volvamos al principio, es decir, a ese ‘final’ que, si aún su polivalente e inevitable obviedad no ha eludido su lectura, precisa una explicación como concreto título y se debe a que más de una vez me han curioseado del por qué acabar todos mis textos igual. Verá, es sencillo.

«Harto ya de estar harto» –¡ay Serrat!– de primas de riesgo, déficits públicos, crecimientos negativos, reales –¿o eran monárquicos?– blanqueos de dinero, increíbles amnesias, equidistancias y negaciones de la realidad, pases de factura y página y demás éxitos o descalabros con que en todo tiempo gobiernos y oposiciones, medios de comunicación e infoxicación pretenden domeñarnos a su palo y vela, evitándonos –salvo crónico analfabetismo cultural y político– el gozo del propio y crítico pensar; en mis experiencias –la trabajólica y la jubilosaza– he notado el inmenso mayor valor que, para el buen fin de mis días, tienen: un cordial buenos días, una agradable mirada, una elocuente sonrisa, una con- o cesión de paso, un por favor, un muchas gracias y, ya no digamos, un verbal me gustas, un te quiero a dúo de boca y mirada o... un mejor no sigo, que ya todos sabemos de qué hablo: de mejorarnos los días con humana, ciudadana civilidad. ¡De cuidarnos, joder!

Y revivo, no remato, entre admiraciones, con voluntad poética –y musical, o se la copié o me la inspiró el gran Juan Luis García– el deseo de, para usted, una sana semana, llena de besos y de abrazos.

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud, versos y párrafos!
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