De mi abuelo aprendo

27/07/2022
 Actualizado a 27/07/2022
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Que la vida puede ser muy larga, eso a la vista está. Jesús tiene 97 años (aunque si le preguntas la edad, seguramente te responda «98 los que haga en diciembre») y aunque la edad ya no perdona, se puede llegar a la centena con muchos achaques físicos pero con una cabeza de la que todavía brotan relatos y refranes. Jesús es un afortunado.

Que las historias de la vida están para recordarlas y después contarlas, sobre todo si eres poseedor de una memoria que más de una ya quisiera en su treintena. Jesús recuerda los años de la mili en Melilla, y también todos losprofesores y médicos que han pasado por su pueblo. Tiene nítido en sus recuerdos cómo su hermano tuvo que volver de Argentina porque estaba enfermo o cuando sus hermanas se fueron a otras ciudades a vivir otras vidas.

Que la amistad es para siempre, aunque todos tus amigos ya no habiten este mundo. La cuadrilla de Jesús era numerosa y ociosa. Meriendas en la bodega, carrales de vino para compartir y «Allá en el rancho grande» para rondar a las mozas del pueblo. Y ahora ya solo está él, pero en sus anécdotas aún viven todos ellos.

Que «beldar y barrer la era, no hay manera», y que los frutos que uno recibe se los gana con trabajo y pasión. Pasión por una llanura infinita que se ve muy bien desde el alto de San Pedro, el lugar donde la vida es más bonita y se disfruta con calma, entre amigos y también en soledad. Aprender a amar y cuidar ese trocito de planeta al final de Tierra de Campos, es el regalo que, aunque Jesús no lo sepa, me quedaré de él para siempre. Bueno, y ‘la bodega de mi abuelo’, que ya la cuido como si fuera mía.

Que la paciencia se cultiva, sobre todo si tienes una nieta que solo hace que preguntarte «¿cuál fue la última tienda que desapareció?», «¿quién fue el primer alcalde de la democracia?», «¿cuándo arreglaron la fuente?», y así todo el rato. Jesús tiene complejo de Encarta.

Que el amor vive en una sonrisa y unos ojos azules ya vidriosos (y una visera). Y que la curiosidad y las ganas de aprender se mantienen vivas hasta el final, porque la historia aún no ha acabado de escribirse.
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