De Madrid al cielo. De Barcelona al pueblo

Mariano Álvarez Diaz
05/05/2020
 Actualizado a 05/05/2020
Ya son 12 años en Barcelona. Llegué el mismo verano que Guardiola al Barça. Por mi trabajo conozco mejor la ciudad que la palma de mi mano y no, no soy cartero ni repartidor ni taxista...

He visto años en los que podías ir absolutamente tranquilo por la calle a las 3 de la mañana , y años en los que a esa hora era mejor no aventurarse. Me he comido el ‘procés’ enterito –igual que el resto de españoles aunque desde primera línea–, incluso alguna vez he estado en medio de la movida. Al principio, el 11 de septiembre iban 40 personas a una plaza del barrio de Gracia y quemaban una bandera española y otra francesa y ya, cada uno para su casa, y esto ocupaba al día siguiente una esquina pequeña en una hoja cualquiera del periódico. Ahora son millones de personas y ocupan periódicos enteros todos los días. Yo a Barcelona la quiero, ha sido parte de mí todos estos años con sus pros y sus contras.

Ahora llega un bichito microscópico y nos trastorna la vida a muchísimas personas. El trabajo no va a ser igual y menos a corto plazo. No sé si lo podremos aguantar y piensas y piensas y...

Te pones a pensar, desde tu confinamiento en un piso de 45 metros cuadrados por el que pagas 820 € de alquiler, si realmente ha valido o vale para algo estar aquí estos años... si has tenido vida o si solamente has estado aquí para trabajar, no sé .... la verdad es que el Covid-19 creo que puede ser una llamada, un toque de atención de lo que verdaderamente importa.

Pienso que en el fondo a mí lo que más me gusta es la vida en el pueblo, con trabajo o sin trabajo, con dinero o sin dinero, pero creo que en el pueblo uno vive y vive bien.

Aquí en Barcelona lo tienes todo –incluso lo que nunca te hayas imaginadoh al alcance de la mano, pero yo en realidad echo mucho de menos los inviernos pisando el hielo de las calles, el olor a roble de las chimeneas y la niebla metida en el monte o en el río o por todas partes, las primaveras notando el frío de nieve en la cara y viendo los campos cómo van floreciendo, los veranos buscando una sombra desesperadamente y por la noche poniéndote una chaqueta y los otoños con esos bosques repletos de setas. Echo de menos el poder quedar con los amigos y reunirte con ellos sin necesidad de utilizar un móvil, ir a un bar y pedir un botellín en vez de un quinto, los pitidos del panadero, del frutero, del pescadero… para avisar que han llegado al pueblo para vender sus productos, pasear por prados llenos de vacas, ovejas o caballos, estar en contacto permanente con la naturaleza y no con el hormigón, ver corzos, zorros y jabalíes cerca de tu casa, incluso nutrias en el río –que se lo pregunten a mi amigo Juan, que las ve cuando se equivoca de tabaco–, salir a pasear por el río, por el monte... echar la partida de mus o de tute en el bar mientras estás a todo menos a las cartas y así hasta un infinito de cosas mínimas pero que enriquecen.

Hace poco leí de nuevo el libro ‘El río del olvido’, de Julio Llamazares. Qué subidón. En todo momento me hubiese gustado ser yo el viajero o estar viviendo en cualquier pueblo de esos valles. Julio ya hablaba de la decadencia de esos pueblos –que en parte me tocan a mí– y eso que hace más de 30 años de ese viaje. La decadencia está ahí, sigue estando, no lo vamos a negar y cada vez más si ningún político pone remedio, y más cuando en estos años que he estado fuera se ha ido mucha gente.

Perdón: ha muerto mucha gente, porque ido también se han ido, a otros lugares como yo, pero esos vuelven aunque sea en verano.

Entre los que ya no están ni se les espera está mi padre, y Carlos (me acuerdo de la borrasca Elsa y de la madre que la parió muchos días), Candi , Kiko, Jose, Vítor, Manuel, Edu… que eran gente joven, por no mencionar a todos los viejos. Bueno, a mi abuela Pura y a mi tío Gusto sí les voy a mencionar

El pueblo cada vez tiene menos gente, pero la calidad de vida es tremenda, no tiene nada que ver con pasar la vida en una ciudad. Digo pasar la vida porque vivir no sé si realmente se vive en una gran ciudad, y eso que no quiero entrar en temas como el ruido, la contaminación , el estrés...

El gran Joaquín Sabina dice que «al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver», pero yo creo amigo Joaquín que no te voy a hacer caso, ¡así que me vayan preparando un Vespino!

Aunque tampoco depende de mí solamente, ya que somos tres y, por cierto, uno es catalán.
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