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De lodos y barros

16/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas. Y, en este caso, hasta tres y bien calentitas. Hirviendo. Es el tentempié que le han puesto sobre la mesa a Juan Martínez Majo: tres tazas. Para que se vaya acostumbrando al sabor del lacón cocido. Con el fin de que haga boca. No importa que él sea más de otro tipo de cocción política. Hay que probar de todo. Y tanto es así, que perdida la alcaldía de Valencia de Don Juan y casi la presidencia de la Diputación, ahora le sale un nuevo e inesperado forúnculo en su propio partido. Uno de los suyos –es una manera de expresarlo, aunque inexacta– quería disputarle (?) el sillón del Palacio de los Guzmanes. ¡Quién se lo iba a decir!

El asunto, como lo de las tazas del caldo, tiene tres vías. Y con afiladas, puntiagudas y aviesas espinas a uno y otro lado de las veredas. Por una parte y como primera providencia, le quieren poner en jaque a pesar de que la continuidad del PP al frente de la institución provincial esté más que jodida. Nada nuevo. Por otra, darle un guantazo a mano abierta y en pleno rostro de parte de un celado -qué broma, porque todo el mundo sabe quien es- que ha utilizado a uno de sus peones fieles para desestabilizarle como responsable territorial del partido. Ya no son troncos. Y, por último y de retruque –nueva broma–, dar un toque de atención en paralelo a Mañueco, el amo regional de la formación de Casado, a quien Majo rendía pleitesía hace unas fechas. ¡Ay, señor, cuánto necio!

A raíz de ello, el visionario Arturo Orellana, rebuscado y solapado seudónimo de un travestido y conocido instigador, vivirá preocupadísimo. Reconvertido hasta la fecha en delicado hombre de confianza, estará que no le llega el cuello a la camisa. Claro que sí, fenómeno. La Ley del talión. Cuatro años después del famoso y repugnante complot –operación derribo– que sufrió Emilio Gutiérrez, le llega el turno a su jefe ya don Juan, el de la cera. Llega la renovación. Era el glorioso estribillo de aquel celebrado ‘trío calaveras’, terna resuelta por el arrumbado Eduardo Fernández, el aún alcalde de León en funciones, y por el propio Juan Martínez Majo. Renovación, renovación, renovación… pues, coño, está llegando. Tenían razón. Como diría el cuervo del ‘showman’ José Luis Moreno, toma renovación.

A la vista de la debacle que está a puntito de oficializarse, se espera un verano ardiente y un otoño desbocado. Son muy pocos los cromos que quedan para cambiar y el que más chifle, capador. La joya de la corona será la presidencia del partido. No hay otra en el horizonte. En fin, que los textos sagrados lo indican con claridad meridiana: «el que a hierro mata, a hierro muere» (San Mateo, capítulo 25, versículos 51-52). Sigue vigente.
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