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De libros y piscinas con colchón

28/02/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Los expertos aconsejan dar un paso a un lado e intentar salir de la vorágine de la inmediatez para opinar sobre ciertos temas, con el objeto de que tus reflexiones germinen desde la mayor serenidad posible. Y esto es lo que me autoimpuse la semana pasada tras la presentación del libro de Pedro Sánchez y la espantada de la hoy ya ‘naranjita’ Silvia Clemente. Lo peor es que tras varios días ocupando mi intelecto a otros temas varios, me he dado cuenta de que sigo opinando lo mismo que me vino a la cabeza en un primer momento. No sé si eso será bueno o malo, pero quizás alguna dosis de coherencia sí que puede vislumbrarse.

Todos coincidiremos al reconocer que el libro ‘Manual de resistencia’ y la rajada de Silvia Clemente han visto la luz gracias a la libertad de expresión de la que disfrutamos en nuestro país, faltaría más. Pero acogiéndome a ese mismo derecho también puedo aportar mis desvaríos sobre estos dos temas que han copado la actualidad nacional y autonómica durante las últimas fechas.

Que hoy en día cualquiera puede publicar un libro es de sobra conocido. Es más, tengo que reconocer que un servidor está inmerso en la elaboración de uno, lo que viene a corroborar mi idea de que no hace falta ser un iluminado para escribir o que te escriban unas páginas, le pongas una foto bonita en la portada y lo presentes al mundo, ya sea a beneficio de tu bolsillo o de la Asociación de Amigos Porque Yo Lo Valgo. Dicho esto, también es oportuno apuntar que la finalidad de un libro es entretener con historias reales o imaginarias, aportar nuevo conocimiento sobre alguna materia en concreto o ayudar a los lectores a afrontar alguna situación más o menos difícil de su vida. Para ello, la inmensa mayoría de los autores utilizan experiencias de terceros o se inventan historias para darle un hilo argumental a su relato y sólo algunos, los elegidos, pueden autoasignarse el papel de protagonistas para contar sus vivencias y que éstas tengan tal calado que puedan aportar algo interesante al resto de mortales, más allá de su familia, amigos y forofos incondicionales. Pero ahí está el meollo de la cuestión.¿Qué es lo que marca que la vida de una persona tenga el poso suficiente para que tenga sentido imprimirla en papel? ¿La edad, la intensidad o relevancia de las experiencias vividas, el curriculum de vivencias que carga a su espalda o simplemente estar en el lugar exacto en el momento oportuno?

No sé ustedes, pero para escribir unas memorias, aunque sean limitadas a un corto periodo de tiempo, hay que pensárselo dos veces. Me explico mejor. Escribirlas o que te las escriban es lo de menos, lo que marca la diferencia es creerse uno tan importante como para compartirlas con el populacho. Quizás esto sea una evolución de las redes sociales, en las que todos creemos que nuestras vidas son dignas de ser compartidas con el resto de las personas. Es lo que tiene, empezamos con un tuit o una publicación en Facebook o Instagram y acabamos publicando nuestras memorias. La ventaja de todo esto es que por suerte este tipo de libros nunca serán de obligada lectura, por lo que ciertamente, el que quiera publicarlas que lo haga y luego ya el tiempo pondrá el libro en la estantería del olvido junto por ejemplo con el best seller de Belén Esteban o en un sitio privilegiado en una biblioteca. Quizás todo deba pasar por una reflexión personal y sincera consigo mismo, eso sí, tumbado en un colchón nuevo, para decidir si merece realmente la pena o no compartir tus experiencias vitales.

Y de un colchón pasamos al trampolín desde el que se lanzó Silvia Clemente con un doble tirabuzón, pensando el respetable que se tiraba a una piscina vacía, lo que le conduciría al ostracismo y abandono de la vida pública. Pero no, la piscina no estaba vacía, sino recubierta de un colchón naranja donde aterrizaron delicadamente sus huesos, mutándose en el instante en una ‘naranjita’ más. Los malpensados dirán que esta mutación ya venía de atrás y los otros que primero fue el adiós y luego el hola. Aunque ciertamente, el cambio del orden de los factores no altera el resultado final, por lo que lo importante es que su sangre azul se tiñó en tiempo récord en un naranja chillón. No soy yo quién para decir a Inés Arrimadas si tiene razón o no cuando apunta que Ciudadanos está captando talento con sus nuevas incorporaciones, pero lo que sí ofrece dudas razonables es si la regeneración política pasa por una persona que lleva dieciocho años ocupando cargos públicos, sea en el partido que sea.

Dejando a un lado el supuesto talento y borrando de ‘nueva política’ el adjetivo en cuestión, ya que las pruebas nos demuestran cruelmente que la política es política y punto, ni nueva ni vieja, mi gran duda es quién será el mayor beneficiado de esta operación al límite del cierre de mercado de fichajes. ¿La naranja mecánica de Ciudadanos habrá marcado un gol por toda la escuadra al equipo capitaneado por Mañueco con el fichaje de Silvia Clemente o quizás esta contratación de última hora se convierta en un gol en propia meta de los de Rivera al provocar la desbandada de votantes que buscaban lo ‘nuevo’ y al ver que lo ‘nuevo’ es lo ‘viejo’ ahora opten por otra opción? Ahora sólo nos queda esperar que el árbitro pite el final del partido del próximo 26 de mayo, para conocer quién acertó más con su estrategia. Y quién sabe, según cual sea el resultado, hasta Silvia Clemente se anime a publicar la segunda parte de ‘Manual de resistencia’.
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