Imagen Juan María García Campal

De las dudas..., y del ruido

16/11/2022
 Actualizado a 16/11/2022
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Agnóstico hasta de mí mismo, también otoño entre dudas. Es más, cada día, de alguna manera, recelo más de los muy seguros de sí mismos y sus proclamas. Será la edad, será el cúmulo de desilusiones o decepciones acumuladas a lo largo del vivir, de lo vivido. Y conste que no es queja, sino experiencia que, aún así, no ha impedido que atesore algunas esenciales para desear cada amanecer.

Quizá por ello, hace años comencé una de mis cavilaciones en renglones cortos con estos: «Me disfrazo, es Carnaval. / ¿Me disfrazo? / ¿Y el resto del año, la vida entera? / ¿Acaso soy quien veis, quien veo?». Y por ello y porque, en verdad, son preguntas que frecuentemente sigo haciéndome, es por lo que mañana asistiré en La Bañeza a la entrega que este periódico hará del VII Premio Negrilla de Oro a El Carnaval de La Bañeza. Quizá acercándome a los especialistas, cual hago con cualquier otra duda o dolencia bien del cuerpo, bien del espíritu, consiga despejar o contestar alguna de ellas o, al menos, conseguir alguna pauta o tratamiento a seguir para ello. Los habituales espejos no solo van perdiendo su lustre, sino que lo hacen a paso más lento que el yo que me devuelven.

Además, igual a La Bañeza aún no han llegado esos bárbaros u horteras –¡ven!, otra duda– que cada día en mayor número campan por las calles de este León capitalino de mis callejeos diarios bien a escape libre o bien con esa sofisticada horterada que últimamente acompaña al cambio de marchas de algunos coches y que imita el sonido de un suspiro cuando no un gemido, para colmo de colmos, más lastimero que gozoso, pero, eso sí, convertido en ruido. Llevo semanas, meses, aguantando tal incremento de la contaminación acústica y fijándome, en la medida de lo posible, en los conductores de dichos artefactos y si bien algunas motos y coches van conducidos por gente joven, especialmente las motos, otros los son por individuos a los que se les podría imaginar algo de madurez, aunque esta, se sabe, como la urbanidad y el valor en la extinta mili son actitudes o virtudes que, mientras los hechos no demuestren lo contrario, más vale tan solo suponer.

No estaría nada mal que nuestro siempre poco ponderado Ayuntamiento, aun la cercanía de las elecciones municipales, velase por el cumplimiento de las civilizadas normas sobre contaminación acústica, visto que, las de convivencia y respeto a los demás, en algunos brillan por su ausencia.

Aun mis dudas, seguro que una ciudad menos ruidosa nos parecería más vivible y bella.

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud!
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