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De la yegua a la mini moto

28/03/2022
 Actualizado a 28/03/2022
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Eran los tiempos del Supermirafiori y yo no estuve allí, pero me acuerdo de las veces que lo he escuchado contar y se lo he leído al tío Ful o a Toño Morala, que contaba que se movían en moto y que los Simca 1200 aguantaban de maravilla. Los que todavía no tenían edad para el carné se escapaban con la yegua para ir a la verbena de turno, a riesgo de que la mayor los pillara y los devolviera por donde habían llegado. Mi relación con aquellos tiempos se queda en el recuerdo del parasol del Ebro, el primer volante que agarré en mi vida, y del Seat 133 que, pese a la paciencia docente de mis primos y a la tracción trasera, nunca fue suficiente para que ni la mecánica ni la conducción anidaran en mí. Echábamos horas en un coche más propio del ‘Torete’ y ‘El vaquilla’ en los tiempos de la explosión del ‘tuning’. Los Chichos no suenan igual en un R11 que en un Mitsubishi Evo. Ya dejaron bien claro Los Inhumanos que cada utilitario tiene su función. No lo veían tan claro ni Loquillo ni Walter ‘El rifle’ Pandiani, mítico delantero Uruguayo, que tuvo una colección de 50 coches clásicos, pero se le recuerda por ir a entrenar en una cabeza Iveco roja de 470 caballos rotulada con su apodo. Tampoco lo tenían claro los del tractor amarillo, los envidiosos del niño pijo del ‘Forfi’ blanco o el desgraciado del Twingo morao. Después llegó la moda de las mini-motos, no autorizadas para la vía pública y que difícilmente encajarían hoy en la categoría de VMP o patinete eléctrico. Eran baratas, de paquete llegaban a sesenta por hora pese a no levantar más de medio metro y el riesgo de incendio del depósito era elevado. Por supuesto, llegó a ser el primer premio de las tómbolas de las fiestas de San Juan y San Pedro, debilidad del otrora adolescente de la yegua que, embaucado por el otrora adolescente del Seat 133, gastó unas buenas barajas sin que por fortuna hubiera suerte, porque la primera vez que probó una el golpe no fue en proporción al vehículo. La electrificación estaba lejan y Daddy Yankee resistía al grito de «dale más gasolina». Es evidente que eran otros tiempos.
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