Desde hace poco tiempo, unos meses tan solo, existe una iniciativa tan imaginativa como práctica, la Tabla Periódica de las Científicas, creada porla ingeniera química Teresa Valdés-Solís ypublicada en la plataforma Naukas. El sistema es sencillo, sitúa a una importante científica de cualquier punto del mundo en cada lugar de la famosa tabla periódica de los elementos. Las ha organizado en diferentes disciplinas —ciencias naturales, matemáticas, químicas, inventoras, paleóntologas, médicos, astrónomas...— y ha reservado las casillas de las tierras raras para las científicas españolas, lamentablementepoco conocidas.
Cada símbolo va enlazado a una biografía de la científica mencionada y asíAg es la matemática Maria Agnesi; Av es la oceanógrafa Ángeles Alvariño; Cu la inolvidable Marie Curie y así sucesivamente. Grandes nombres de la ciencia, un buen número de premios Nobel ( Linda Buck, médico; Elizabeth Blackburn, bioquímica; Gerty Cori, bioquímica; Dorothy Crowfoot Hodgkin, química; Gertrude Belle Elion, química farmacéutica; Carol Greider, bioquímica; Rita Levi Montalcin, neurocientífica; Christiane Nüsslein-Volhard, bióloga; Françoise Barré-Sinoussi, viróloga; Donna Strickland, física), además de otros galardones como el Princesa de Asturiaso el Jaume I.
Y entre este impresionante elenco de científicas e inventoras, una leonesa, en la casilla Rr, de sus apellidos Ruiz Robles, que acompañan al nombre —Ángela— que le dio el nombre cariñoso con el que era conocida popularmente, doña Angelita.
Define a esta docente nacida en Villamanín como «la maestra inventora» y recoge una pormenorizada biografía: «Ángela Ruiz Robles nació en Villamanínen 1895. Cursó sus estudios superiores e impartió sus primeras clases en la Escuela de Magisterio de León. En 1917 fue docente y directora en Gordón (León) y, un año después, obtuvo una plaza de maestra en Santa Uxia de Mandiá, donde permaneció hasta 1928. Durante ese tiempo tuvo que sufrir las amonestaciones del alcalde por montar a caballo a horcajadas, postura que no creía decorosa para una maestra, mientras se ganaba día a día el cariño de los vecinos de la aldea...» y su invento, el llamado precursor del libro electrónico: «Siendo directora del Instituto Ibáñez Martín le surgió la idea de un libro mecánico que permitiese ‘aliviar el aprendizaje, con el mínimo esfuerzo conseguir los máximos resultados’».
Curiosamente era de Villamanín, nombre ligado a un descubrimiento para «la otra tabla periódica», el de la villamaninita, un mineral, un sulfuro descubierto en 1920 en la mina Profunda.