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De la Tierra a la Luna

22/05/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Hace pocos días fallecióJesús Hermida, periodista que nos contó el primer aterrizaje del hombre, o quizás más propiamente alunizaje, con la bandera de los Estados Unidos en la mano, en nuestro satélite. Y eso puso de actualidad aquél hito. Todos pegados al televisor de la mejor cadena que había en España, pues para eso era la única. Todos acompañando la bajada dubitativa. Todos siguiendo algo increíble.

Era el año 1969. Y ya entonces las dudas sobre su veracidad se pusieron en marcha.

Había sido sin duda un golpe de efecto para ponerse por delante de la Unión Soviética que en la carrera espacial, con la puesta en órbita de la perra Laika y posteriormente del astronauta Yuri Gagarin habían llevado a rastras a los USA.

Reconozco que he sido y soy un ferviente seguidor de la ciencia ficción, de los viajes espaciales y de todas esas cosas. Empezando por supuesto por Julio Verne y después por la legión de novelas de autores, sobre todo anglosajones comoIsaac Asimov, Robert A. Heinlein, A. E. Van Vogt (no Van Gogh, que no tiene nada que ver), Poul Anderson, Clifford D. Simak, Arthur C. Clarke y muchos más. Y qué decir de las películas del género, muchas de la serie B, deliciosamente simple, comparadas con las actuales, claro, y que no me perdía, empezando por la histórica de Meliés y siguiendo por todos y cada uno de los clásico del cine: Ultimatun a la Tierra, La Guerra de los Mundos, Cuando los Mundos Chocan, o aquella, muy poco conocida, de los años 50 que se titulaba ‘De la Tierra a la Luna’, en el que unos dibujos animados de El Pájaro Loco (por dónde estará aquel personaje de Fritz Lang, que no se le ha vuelto a ver en las pantallas), explicaba a una audiencia cientificomilitar cómo había que hacer el viaje, de una manera muy aproximada a como posteriormente se llevó a cabo.

Siempre he creído que el viaje se efectuó, aunque había cosas que no cuadraban demasiado. Aquella bandera sostenida por un pie y un brazo que estaba ondulada como si hubiera viento, aquél fondo de cielo negro como la tinta china, sin una sola estrella, cosa rara si se tiene en cuenta la falta de atmósfera, un cohete del copón para elevar desde la Tierra y un cohetín de nada para sacarlos de la Luna, que, efectivamente tiene la sexta parte de gravedad, pero tanta diferencia…
Mucho se comentó y aún se comenta que todo fue un bluff para ‘pasar’ a la Unión Soviética, dar un paso más allá de la guerra fría.

Aparte de que, mantener en secreto un montaje de ese calibre no es precisamente fácil. Y lo cierto es que nunca, nadie, ha salido y a dicho: «Yo estaba allí, en un plató en Hollywood, donde se filmó todo el fiasco».

Con todo, siempre he creído que sí se llegó, si bien, en este renacer del momento histórico, una conversación, hace pocos días, con un Ingeniero de Telecomunicaciones, hizo tambalear mis convicciones. No te engañes, me dijo, en la Escuela (se refería a la Escuela Superior de Telecomunicaciones) hay el convencimiento de que, en aquél momento, no se pudo llegar a la Luna. Con las capacidades técnicas y funcionales de entonces, aún siendo muy superiores las americanas a las rusas, sobre todo en miniaturización, era imposible establecer el trazado del vuelo en tiempo real y por delante de éste, de manera que cuando se calculaba la órbita, el módulo ya había pasado el punto de cálculo e iba por delante. Así malamente se podría realizar una operación tan compleja.

Mi gozo en un pozo. Porque es cierto que cualquier teléfono móvil actual, de los más sencillos, tiene una tecnologíay unas capacidades varios cientos de veces superior a la de aquellos tiempos. Por mucho que, por entonces, nos pareciera asombroso.

Y probablemente lo que me decía era cierto, porque, allá por 1975, seis años después, en mi despacho tenía un ordenador para cálculo, lo más avanzado en el mercado civil que había a nivel de oficina profesional de arquitectura, que tenía una asombrosa y potentísima memoria de 4K. Escribo bien, 4K, o sea 4000 bt. Hoy cualquier portátil o sencillo ordenador de sobremesa no baja de unos cuantos gigas de memoria fija. O sea: 4000bt contra 4000000000bt. Y funcionábamos.

Mirado así, se hace difícil mantener que se pudiera realizar el viaje.

Ahora bien, me digo yo. Colón se fue hacia el oeste desde Palos de Moguer, hacia donde él creía que estaban las Indias, con una tecnología que era totalmente insuficiente para llegar, y llegó. Y lo que es aún más improbable: volvió. Cada uno de los dos barcos por su lado, que por lo poco que luego he ido sabiendo de navegación, si difícil era ir, más difícil era volver. Y si no, que se lo pregunten a los que iban desde Acapulco a Filipinas, que tenían que volver por el Índico y bordeando África, y no fue hasta muchos años después que consiguieron hacer la vuelta por el norte del Pacífico.
Y si Colón, contra todo pronóstico, a pelo, llegó hasta América, porqué no se puede volver a repetir.

O sea, que prefiero seguir creyendo en los Reyes Magos y pensar que, aunque fuera una carambola, fueron y volvieron a la Luna.

La ilusión no se puede perder.
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