Secundino Llorente

De la selectividad que seleccionaba a la Ebau que iguala

16/06/2022
 Actualizado a 16/06/2022
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Confieso que después de doscientos artículos es la primera vez que me emociono al escribir sobre un tema, pero es que ‘la selectividad’ me trae demasiados recuerdos. A ella le he dedicado gran parte de mi vida profesional y no me arrepiento de ello: preparaba y entrenaba a mis alumnos para el examen de Comentario de Texto; participé en más de setenta tribunales de junio o septiembre en Tarragona, León y, especialmente, Ponferrada; corregí más de diez mil exámenes de Comentario de texto; acompañé siempre que pude a los alumnos de nuestro centro al examen; participé durante veinte años en la comisión organizadora de las pruebas. Podría escribir un ‘novelón’ con todas las aventuras que me ha permitido vivir la selectividad. Desde los nervios o lágrimas a los gritos de alegría de los alumnos; de los días enteros corrigiendo exámenes a las comidas en el Bierzo con los compañeros; de las caras de los alumnos al recibir los exámenes a las lágrimas por el abrazo de una alumna ciega al terminar de hacer juntos su examen, de la satisfacción de aclarar las dudas a los alumnos agobiados en el aula de examen a la lucha contra la picaresca de copiar de algunos osados. Pido perdón por el exceso de afecto y pasión con el que hablo de este tema, pero los que me conocéis y entendéis mi nostalgia y morriña.

El examen de selectividad es una prueba escrita que se realiza a los estudiantes que desean acceder a estudios universitarios en universidades públicas y privadas de España, pero es ‘algo más’. Posiblemente será el momento más importante en la vida para millones de jóvenes españoles porque ‘decide su futuro’. Cada alumno sale de la prueba con una ‘nota de corte’ que le clasifica en un determinado puesto de la lista nacional y, consecuentemente, le ‘selecciona’ o le puede permitir entrar en las facultades deseadas si su nota de corte se lo permite. Hasta hace pocos años todos estábamos concienciados de que el objetivo principal de la selectividad era ‘seleccionar’. Pero esta palabra cayó en desgracia porque seleccionar personas sonaba un poco a aquello de la selección de las especies de Darwin y se le ha adjudicado un significado peyorativo, como a suspenso o repetidor, porque pueden traumatizar a los niños. Ahora hemos inventado el eufemismo Ebau, un acrónimo con las siglas de Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad.

Desgraciadamente no sólo nos han liquidado la palabra selectividad, sino que también nos han privado de su objetivo principal: «La nueva EVAU ni clasifica ni selecciona». Vamos a intentar aclarar las causas de esta injusticia y, consecuentemente, de este caos o desbarajuste. Es cierto que los dos años de pandemia ayudaron a este deterioro, pero las decisiones ‘buenistas’ tomadas por el Gobierno con bajada de niveles y aprobados generales han complicado aún más la situación. Los datos presentados por el Ministerio sobre el acceso a la Universidad muestran como el bachillerato y las pruebas de acceso a la Universidad han perdido su carácter ‘clasificador’ ya que el número de aprobados y el porcentaje de personas que han obtenido notas excelentes se ha incrementado increíblemente. Y eso no es porque los alumnos se hayan esforzado más, sino que la mayor parte de los análisis indica que se ha producido una inflación desmesurada en las notas. Los datos de la Estadística de las Pruebas de Acceso a la Universidad muestran que en el último curso el porcentaje de aprobados se sitúa en el máximo de la serie histórica con un 91 %, tres puntos más que hace seis años. La nota media de bachillerato se ha incrementado un 9 % en el mismo periodo de tiempo y la nota de acceso al grado se ha incrementado medio punto hasta el 7.6. Quizá la muestra más visual de esa inflación en las calificaciones sea el porcentaje de alumnos que han obtenido sobresaliente en las pruebas que se ha incrementado de un modo brutal y que, por ejemplo, en Navarra, ha llegado a aumentar en 140 %. Es evidente que ‘a río revuelto, ganancia de pescadores’. Estos regalos de notas no benefician nada a los alumnos trabajadores y brillantes. La reducción en la dispersión de notas afecta negativamente a los estudiantes que se han esforzado más a lo largo de la educación secundaria y el bachillerato ya que les impide destacar. Poner un examen muy sencillo podrá ayudar a que todos aprueben, pero nunca seleccionará a los mejores. En el último examen de Comentario de Texto de Ebau en nuestra comunidad cayó en el análisis sintáctico esta oración valorada con dos puntos: «el bullying ha aumentado mucho en la última década y ahora cuenta con el grave añadido del ciberacoso». Todos los alumnos de primero de la ESO habrían sabido que se trata de una oración compuesta coordinada copulativa. Estoy seguro de que esa pregunta la acertaron todos los de segundo de bachillerato y no sirvió para seleccionar a ninguno. Se trata de «igualar a todos por abajo». La Ebau iguala, pero no selecciona; la selectividad seleccionaba, pero eso huele a reaccionario o carca. Coincido con la reflexión del profesor Alfonso Ruiz de Aguirre: «De esta forma se consigue uno de los objetivos que nos obsesionan: obtener la igualdad a toda costa. La igualdad entre los que trabajan y los que no, entre los que saben y los que no. De esta forma, casi todos los alumnos aprueban y podemos presumir del éxito estadístico, y muchas personas que merecen poder elegir Medicina o Física con Matemáticas, quedan injustamente excluidos. Una obra maestra. Es triste ver cómo el sistema aúpa a los que no quieren estudiar y lastra a los que lo desean».
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