De la moda al arte a través de la reflexión

Esther Calzado abandonó la moda comercial en aras de la creación de vestuario para musicales, espectáculos de danza, poéticos, teatrales e incluso propuestas denuncia como la colección por la igualdad de género

Mercedes G. Rojo
12/06/2018
 Actualizado a 11/09/2019
Traje para la exposición sobre Concha Espina.
Traje para la exposición sobre Concha Espina.
«Reconozco que soy una esteta, me seduce la belleza en cualquiera de sus formas y creo en la capacidad del arte para cambiar el mundo que te rodea». (Esther Calzado. Diseñadora).

El sendero artístico que hoy comenzamos de la mano de Esther Calzado (Hospital de Orbigo, 1968) es un sendero poco habitual pues los caminos de la moda muy pocas veces suelen considerarse un arte salvo –y solo en ciertos casos- si están unidos al mundo de la producción cinematográfica o incluso teatral. Pero Esther no tiene duda alguna al considerarlo como tal y quienes conocen de primera mano su obra seguramente tampoco la tienen. Para ella la moda, tal como la entiende, no solo es arte sino un canal de comunicación con un código propio que le permite ejercitar su creatividad, es «mi espacio de libertad y de locura, me deja desconectar y explorar mis posibilidades, retarme y encontrarme, ir un paso más allá», dice;  por eso hace tiempo que abandonó la moda comercial en aras de la creación de vestuario para musicales, espectáculos de danza, poéticos, teatrales, e incluso propuestas denuncia como la colección por la igualdad de género que inició en 2015 y en la que hoy sigue trabajando  bajo la denominación de ‘Eje de abscisas, reflexiones plásticas sobre el punto de origen de las violencias machistas’, propuestas todas ellas con las que se siente como pez en el agua.

Convencida de que «no se puede vivir sin reconocer la belleza y sin que ésta te interpele»,  de que «no se debe morir sin haberla experimentado», reivindica el «arte hasta en la calle»,  lamentando  el abandono y la absoluta dejadez de las instituciones locales de nuestra provincia que cubren el expediente en este ámbito, casi exclusivamente y en su mayoría, gracias a iniciativas de la sociedad civil, que no solo se encargan de sufragarlas sino que en muchas ocasiones tienen, además, que enfrentarse a una contundente y desmoralizante barrera burocrática, unas circunstancias en las que quienes salen peor  malparadas son fundamentalmente las mujeres, mujeres que –a pesar de que en cualquier disciplina artística de la creación contemporánea ocupan un merecido espacio– siguen sin contar con la visibilidad y la proyección mediática que les correspondería, en un mundo que sigue condicionándolas mucho más que a los hombres y obligándolas  (ya sea sutil o descaradamente, según los casos y circunstancias) a muchas más renuncias, tanto a nivel personal, como familiar o profesional. Por eso esta creadora de la moda cree imprescindible dar a conocer «el trabajo invisibilizado de casi todas las mujeres artistas no contemporáneas en todas las disciplinas del arte, el diseño o la literatura», porque ellas suponen el ejemplo y la base; un camino que ha de recorrerse tanto desde la voluntad docente como desde el compromiso de la gestión cultural de la ciudad, que deben comprometerse también en la educación de la sensibilidad para «mirar, valorar y cuestionarse» para evitar esa sociedad de borregos ignorantes hacia la que parecen querer abocarnos nuestros actuales políticos.

A Esther Calzado no le duelen prendas a la hora de reconocer esta circunstancia y es que se ha acostumbrado a expresar lo que siente sin cortapisas, porque el arte está también para eso, algo que ha aprendido tras recorrer un largo camino marcado por la realidad social y su compromiso social después de «haber tragado experiencias y bebido machismo, acosos varios y mucha impotencia».

Influida por Alexander Mcqueen, Vivienne Weswood, Iris van Herpen en el panorama internacional y por  Balenciaga y Jesús del Pozo en el nacional (nómina esta última en la  que lamenta no haya ninguna mujer), de su relación con la moda siente «no haber sabido o podido vivir de ella y hacer sostenible esta necesidad de inventar y de vivir en un mundo paralelo» porque dice «ni sé vender, ni sé venderme».

Para finalizar esta breve semblanza de una creadora a la que no conviene perder de vista, concluiré diciendo que, humilde en todos los sentidos,  esta mujer activa, inquieta y soñadora, se considera una esteta en permanente búsqueda de la belleza que tanto la seduce, una belleza capaz de transformar un mundo en el que se siente apenas una aprendiz, una artesana más que una artista, porque el arte se escribe con letras mayúsculas. Actualmente se encuentra inmersa en un proyecto en el que lleva trabajando varios años, una colección de camisetas y vestidos con textos de poetas que la han acompañado en algún momento de su vida y fotografías de Peio García, y que ha titulado ‘Poemisetas, versos vestidos’, diseños que esperamos poder disfrutar muy pronto. De momento nos deja  su obra en la exposición ‘Concha Espina, inspiración de artistas’, toda una reflexión sobre la situación de la mujer en la época que a la escritora le tocó vivir, trasladada a la tela. Imperdible.
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