Imagen Juan María García Campal

De la ilusión al desengaño

02/09/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Supe de ella por escritos de sus ilustrados amantes. La visité por vez primera en Tarbes, ciudad francesa. La conocí un poco más, en la rosada Toulouse. Enamorar, me enamoré de ella en París. No, no escribo de ninguna persona a la que ame o haya amado en algún tiempo pasado. Soy discreto y cortés en esta cuestión. No, hablo de la Francia, republicana y cosmopolita, y de cómo en ella, con ella, de su mano y enseñanza, comencé mi amorío –en sentido coloquial, aviso para puritanos– con la idea de una Europa políticamente unida, de una Europa de los ciudadanos. Mas hoy, ¡ay, eufemística!, está mi anhelada, la vieja Europa, raptada, si no por los minoicos, sí por los neoliberales carentes de todo rastro de humanidad, en su acepción de «sensibilidad, compasión de las desgracias de nuestros semejantes».

Y así la presente realidad, muda y ciega la Europa de la ilustración y la solidaridad; amnésicas sus instituciones de sus loables declaraciones de política común en materia de «asilo, protección subsidiaria y protección temporal destinada a ofrecer un estatuto apropiado a todo nacional de un tercer país que necesite protección internacional y a garantizar el respeto del principio de no devolución»; así, repito, se desdibuja mi sonrisa y estremece, si no revienta, toda ilusión de y con Europa. Tal parece que cuando ésta decía acogimiento, quería decir importación, y cuando ciudadanos, era mano de obra lo que decía, recursos humanos en moderno. Esa misma modernidad que trastoca el espíritu y la práctica de acogimiento en gases, vallas y alambradas. Quizás la misma que, si no emprende masivas devoluciones, sea porque ya supondría el total desprestigio del proyecto Europa y, si apuro, por sus costes económicos y mediáticos o propagandísticos.

Claro que existen mafias que se benefician de esta situación de desesperación de tantos inmigrantes, mas ¿no ayuda a su existencia la falta de una respuesta humana y rápida por parte de la Unión Europea, de una definitiva política común de asilo que impida, entre otras cosas, que según al país que consiga llegar el refugiado su estatuto sea distinto? ¿Cómo no va a haber mafias si las instituciones europeas cada vez expanden más la Europa de los mercaderes y restringen la de los ciudadanos? Para qué recordar nuestros millones emigrados pasados, a nuestros miles del presente, todos en busca de una mejor vida, para qué a nuestros exiliados de guerras incivil y mundial tan iguales a los sirios de hoy. Europa de la ilusión al desengaño.
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