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De incendios, bomberos-concejales y otras miserias locales

07/05/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Es quemarse una casa en Astorga y ver a Pablo Peyuca y Juan Castro subidos por los tejados. Le ponen un par al asunto, la verdad. Sin medios, ni materiales técnicos, imagino que con los conocimientos justos. Suben, ven, controlan, se la juegan. Y es que la relación entre un concejal y un constructor no siempre tiene que estar construida, valga la redundancia, a base de sobres, licitaciones urbanísticas y patas de jamón. A veces basta con ser simplemente amigos de la infancia.

Ya los vimos en agosto de 2014 haciendo lo mismo en la casa anexa al teatro Gullón. Por aquel entonces sin bomberos voluntarios, sin un triste camión de apoyo, y sin los profesionales de León, que esta vez sí acudieron prestos al rescate. Será cosa mía o tendrá algo que ver el hecho de que ahora sea el mismo partido el que gobierna en las dos ciudades. Parece que el teléfono suena más alto y se descuelga más rápido. Serán cosas mías, repito. Lo que parece meridiano es que el último incendio en la muy noble ha destapado varios asuntos que dan para una sincera y, como siempre, subjetiva reflexión.

Por una parte está el propio tema del fuego. Volvemos a lo de todos los días. La pasada semana el presidente de la Diputación, Juan Majo, apuntaba que la red de parques ‘voluntarios’ estará operativa en su totalidad en un par de años. Así mismo, el correspondiente a la zona de La Bañeza y Astorga, según matizó, será el primero en organizarse. Aún se valora la ubicación, aunque parece que Riego de la Vega tiene muchas papeletas. Realmente Astorga no es el punto más equidistante entre ambas comarcas y el hecho de que la ciudad vecina sea gobernada por los socialistas tampoco es un punto a su favor. Los de la Vega ya han ofrecido hasta los terrenos. Se puede volver a entrar en el debate sobre la necesidad de un parque profesional, en vez del apaño que van a hacer, pero tal y como está el panorama es mejor un mendrugo de pan para echarse a la boca que nada. A falta de pan, buenas son tortas. ¿Conformismo? ¿Pasotismo? No, la puta realidad. El día que se te queme la casa agradecerás cualquier manguera que pueda salvártela.

Que el incendio pudo ser provocado es algo casi demostrado. Unas viviendas que a punto de finalizarse fueron abandonadas por la constructora que quebró hace casi una década, y que alojaban a varios ocupas desde hace tiempo. Ocupas y pandillas que encontraron un estupendo lugar para fiestas y botellones. El equipo de Gobierno señalaba que llevaba con este asunto desde el pasado mes de octubre. Aunque, digo yo, la limpieza y el vallado que realizaron esta semana también lo habrían podido realizar hace seis meses ¿no?

Para los que vuelven la mirada hacia otro lado, Astorga también presenta este tipo de realidades. Ocupas, sin techo, sin papeles, sin oportunidades. Y no seré yo quien defienda ni acuse a alguien que ante la situación de verse al raso opta por colarse en una vivienda, deshabitada, que no es la suya, pero yo también lo haría. El problema sigue siendo el mismo. Constructoras que venden la piel del oso antes de cazarlo y que poco o nada tienen en cuenta al comprador, y menos al vecino de al lado, que ve como lo que podría ser una zona residencial se convierte en una zona residual. Un nuevo problema se abre ahora con los ‘inquilinos’ ya asentados en estas viviendas. Una nueva promotora terminará los adosados y, evidentemente, echará a los ‘sintecho’.

Así están las cosas. También llegan las miserias, las incomodidades y la realidad que muchos lugareños solo ven por la tele, pensando que a un pequeño pueblo de provincias no llegan este tipo de historias. Un nuevo foco se añade al tremendo caso de los pabellones del oeste, en el barrio de San Andrés, con chabolas infrahumanas e insalubres. Con conflictos familiares de todo tipo. De esto no hablan los periódicos. De esto no se puede escribir para los premios periodísticos, que solo quieren las bondades, el chocolate, el palacio y las mantecadas. Esto también es Astorga. Un lugar con incendios, bomberos–concejales y varias miserias locales.
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