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De herencias y perdones

13/10/2021
 Actualizado a 13/10/2021
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«Forjadores de espadas, aquí está la palabra». Advertía Juan Ramón, conocedor del poder de la palabra. Con la palabra se miente y por las palabras que se usaron se pueden descubrir las mentiras. El ser humano es un animal que miente. Si se pudieran clasificar las mentiras según su gravedad, considero que ninguna peor que la de quien pide perdón arteramente, la de quien falsamente se arrepiente. La Historia está llena de mentiras y de falsos arrepentimientos. Y también de hechos por los que nadie ha pedido perdón, incluso después de dos mil años.

Año 29 adC, el emperador Augusto decide terminar con la rebeldía de cántabros y astures, someterlos al poder de Roma y completar así la conquista de la Península Ibérica. Le costó sojuzgarlos más de lo que había imaginado. Quienes no murieron en combate fueron esclavizados. Las guerras duraron diez años. No era más que una esquina en un extremo del inmenso Imperio, pero aquellas tierras de lo que hoy es León guardaban en abundancia en sus entrañas el vil metal. Fueron las minas de oro más importantes de Roma. Durante siglos fueron explotadas con la eficaz conjugación de las asombrosas técnicas de ingeniería –ruina montium– y el sufrimiento de quienes en la actualidad llamaríamos ‘indígenas’.

Roma cayó y fue la Iglesia su heredera. En virtud del decreto imperial conocido como ‘Donación de Constantino’, el emperador Constantino concede al Santo Padre Silvestre y a todos los pontífices sucesores suyos «como posesiones de derecho de la Santa Iglesia Romana» su palacio, la ciudad de Roma y todas las provincias de Italia y del Occidente. Siglos después, en pleno Renacimiento, Lorenzo Valla, demostraría que tal documento, tal donación, era falsa, y lo haría atendiendo a las palabras que se habían usado para ello.

Pero, falsa o no la donación, la Iglesia se quiso y se vio heredera de Roma y, en cierto modo, reconozcámoslo, fue así. Probablemente no pensó que hay herencias que además de propiedades y de bienes llevan el gato encerrado de deudas, faltas y deberes. Aunque, personalmente, me parezca ridículo que la Iglesia nos pida ahora perdón a los leoneses por el expolio y exterminio sufridos, leyendo las declaraciones del Papa Francisco sobre la conquista de México, no descarto que suceda. «Soy tan viejo ya y ha muerto tanta gente a la que debería haberle pedido perdón». Lamentaba León Felipe.

Y la semana que viene, hablaremos de León.

Ps: Felicidades a Eduardo y Eduardos.
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