"Queda el Cristo y se acabó", dicen quienes mejor saben cuando las fiestas bajan el telón, los integrantes de las orquestas.
Pasa el Cristo, los jubilados vuelven a tomar las boleras de la ciudad, los gigantes y cabezudos regresan a los almacenes municipales, el hombre y la mujer del tiempo empiezan a amenazar con fuertes descensos, los camiones de las orquestas se reciclan y sobre su base harán le viaje de regreso las ovejas trashumantes, las semanas culturales preparan las facturas para justificar los gastos, se recogen las exposiciones de fotos antiguas que se pusieron en el salón del pueblo cuando las patronales, los fuegos dejan muchos montes convertidos en un gran óleo sobre ruina con un arco iris negro, las salas de arte de la capital recuperan el aliento, los funcionarios de las distintas administraciones entran en la última semana de preguntar «¿qué tal el verano?» pues la semana que viene ya toca decir que «ya está aquí el invierno», los que gozan de fondo de armario recogen la ropa de verano y las sandalias para hacerle hueco a las cosas de entretiempo, el cura adelanta media hora la misa del domingo que ya no tiene que ir a tantos pueblos... Solo Trump y Puigdemont son pesadillas capaces de resistir la fuerza de los cambios de hoja del calendario.
Y los niños camino del cole. Los quieren engañar diciendo que habrá menos deberes este año, pero ellos ya saben que siempre les mentimos.
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