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Siete meses parados, jornadas parciales y vuelta a bajar la persiana, las ayudas del Gobierno siguen como colchón de salvación de salariados y autónomos, de momento

Ical
01/11/2020
 Actualizado a 01/11/2020
María Teresa Palacios, de Peñaranda de Duero. | ICAL
María Teresa Palacios, de Peñaranda de Duero. | ICAL
Asalariados y autónomos vuelven a necesitar las ayudas del Gobierno para no quedarse en la calle o cerrar definitivamente sus negocios sobre todo en hostelería, turismo y comercio ante el impacto de las nuevas restricciones. Algunos llevan siete meses en suspenso y las perspectivas no son buenas. Los expedientes de regulación temporal de empleo y las ayudas al cese de actividad se han convertido en el colchón de salvación a la crisis económica generada por la pandemia, de momento. El estado de alarma obligó a muchas empresas a enviar a sus empleados a un ERTE y ahora con las nuevas restricciones tras algunos meses de actividad, vuelven al principio; otros regresaron al mercado laboral con apoyos a jornadas parciales y así siguen; algunos no han abandona la situación; y los autónomos que no levantan la cabeza, repiten la bajada de verja.

Tres casos distintos de una misma realidad, como el de la búlgara Valentina Nikolova, pastelera en un complejo hostelero en Torrecaballeros (Segovia), que lleva siete meses en ERTE; Vanesa Manjón, que volvió a trabajar tras el estado de alarma en una tienda de moda en Valladolid, con una jornada de tres horas al día de lunes a sábado, en expediente parcial; y María Teresa Palacios, autónoma de Peñaranda de Duero (Burgos), que vuelve a pedir ayudas para cerrar, porque los turistas no llegan y su negocio de cerámica depende de ellos.

Incertidumbre y ansiedad


“Vivir en incertidumbre me da ansiedad”, reconoce la búlgara Valentina Nikolova, que lleva 23 años residiendo en España, tras estos siete meses en ERTE de su puesto de trabajo como pastelera en un conocido complejo hostelero dedicado a bodas y eventos, en el municipio segoviano de Torrecaballeros, con una plantilla de más de 50 personas.

“Más de la mitad están ahora trabajando y la otra parte estamos en ERTE. Mi puesto de pastelera lo están haciendo los cocineros”, afirma Valentina, que confía que haya una solución para los que siguen en ERTE y pueda volver pronto al obrador de pastelería que ha sido su puesto de trabajo en los últimos nueve años. “No sabemos nada. Dicen que nos van a reunir para darnos una solución, pero no sabemos nada más”, subraya.Afortunadamente, en estos siete meses, no ha tenido problemas para cobrar el ERTE, aunque asegura que al principio pasó mucho miedo y poco a poco se ha ido acostumbrando a la situación. “Estoy mejor trabajando. Es verdad que, en todo este tiempo, he podido solucionar muchas cosas ya que jamás en estos 23 años he tenido tanto tiempo pero prefiero estar trabajando y que se termine pronto”, resume.Durante estas más de dos décadas en nuestro país, Valentina Nikolova siempre ha trabajado muy duro “para defender mi vida y mi familia”, en la hostelería, haciendo extras e incluso durante varios años, intentó sacar adelante su propio negocio en Segovia. “Jamás pensé en llegar una situación en la que tuviera tanto tiempo”, remarca, tras estar tantos meses en un ERTE.Le cuesta estar inactiva, así que decidió utilizar un pequeño trozo de tierra en su casa para poner en marcha una huerta de productos naturales y criar gallinas y conejos. Valentina Nikolova explica que producen para ellos, sus familias y “nuestros amigos”. Una vía de escape para gestionar la ansiedad de estar sin trabajar y una ayuda que les puede venir muy bien “si hay un nuevo confinamiento”. Vivir al díaVanesa Manjón, empleada desde hace cinco años en la firma de moda francesa Molly Bracken, instalada en El Corte Inglés de la calle Constitución de Valladolid, estuvo en ERTE durante el estado de alarma, y regresó en junio a la actividad, pero con un contrato parcial apoyado por estas ayudas. Hace tres horas al día de lunes sábado, y eso en una gran superficie, donde algo se vende, aunque poco porque “si antes se compraban diez prendas, ahora una y si llega, la gente está triste y tiene miedo”. No se quiere ni pensar como lo estarán pasando en “el pequeño comercio, que está mucho peor”. “Bien o mal vamos subsistiendo”, indica a Ical.Manjón asume que “esto va para rato” y que su “futuro es vivir al día a ver qué pasa”. No pierde la esperanza, porque “igual en diciembre todo ha mejorado mucho” y la situación mejora para todos. “Nadie pensaba que esto iba a pasar”, recuerda con incertidumbre.

Destaca que con los apoyos del ERTE va aguantando, destina los recursos a comer y a pagar la hipoteca con su exmarido, pero indica que muchas compañeras que tienen hijos, cuando se han retrasado los pagos por parte del Estado “lo han pasado muy mal y han tenido que ir haciendo un puzzle con su economía”. La nueva convocatoria de ERE se lo abonarán a mes vencido, según tiene entendido, aunque critica que tras el estado de alarma hubo retrasos de hasta dos meses, y criticó la gestión “desastrosa” del Sepe.

Indica que se programa los gastos con la ayuda y el salario como puede y espera que se pueda salvar la campaña de Navidad y las rebajas posteriores, porque sino “haber como lo hacemos”. “A ver qué pasas, la gente tiene mucho miedo, las ayudas son un parche y debe reputar la economía”, concluye.

Reinventarse


La autónoma María Teresa Palacios, de Peñaranda de Duero (Burgos), casada con dos hijos independizados, “menos mal”, dice, ha solicitado de nuevo los apoyos al cese de actividad, al reducir su negocio en un 75 por ciento, por la parálisis del turismo. Su tienda-taller de cerámica, A Cántaros, depende del turista, y prevé que las nuevas restricciones de movilidad, no permitirán al municipio recibir gente de fuera que quiera conocer la zona y su artesanía.

Explica que lleva dos años con este negocio, con el estado de alarma cerró y se acogió a las ayudas al cese, pidió también la segunda convocatoria, a la que no pudo acceder porque se había acogido a la tarifa plana de autónomos; y ahora está gestionando la tercera, a la que al parecer, si puede optar. “Lo estoy pasando mal, estoy a pérdidas porque tengo que pagar ala Seguridad Social además de los gastos corrientes de luz, agua, teléfono”, lamenta, y expone que la unidad familiar tiene otros ingresos por parte de su marido, por lo que “hambre no voy a pasar”.

Esta trabajadora reconoce que se ha planteado cerrar pero constata que no pude porque recibió una subvención para las obras del taller. Intentaremos resistir, me intentaré reinventar y darle un poco de alegría, y ofreceré talleres formativos a ver si la gente se anima, porque no es todo enología en la zona”, concluye.
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