Imagen Juan María García Campal

De don Paqué y el alcalde

04/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Vengo recordando a un viejo personaje de mi juventud que, aún su antagonismo con los tiempos que corrían, era incapaz de no buscar alguna solución teórica para algunos problemas de varia índole que a sí mismo o sus coetáneos acuciaban. Lo malo era que para poder aplicar sus soluciones siempre se precisaba alguna condición, digamos, liberal que se sabía, empíricamente, no tendría a bien facilitar o procurar el régimen fundamentalista que acaudillaba, por la gracia (¡vaya gracia!) de Dios (¡vaya dios!), el general superlativo. De tal forma que, cuando casi al final de sus propuestas reparaba en la imposibilidad de practicarlas, solía acabar sus disertaciones con un «y para qué pensé todo esto». Tantas veces se preguntó así al ultimar que acabó siendo apodado, sin merma alguna en amistades ni aprecios, como ‘don Paqué’.

Me acordé de don Paqué la mañana del pasado día 28 cuando, en mi condición de paseante crónico y jubiloso, dirigí mis pasos a la avenida Ordoño II en que se iniciaba la tan programada y cacareada transformación urbana que el alcalde había dicho: «peatonalizar Ordoño II, esta será una de las primeras medidas que tomemos al llegar a la Alcaldía: se trata de ampliar los espacios peatonales, de cuidar al residente, de incentivar el comercio y de incrementar nuestro potencial turístico como ciudad».

¡Qué mañana! Comencé el paseo ciceroniano, «¡oh tiempos, oh costumbres!», y lo acabé como don Paqué: «¿para qué…?». ¿Ampliación de espacios peatonales? Cero. ¿Cuidar al residente?, ¿de qué, quién y cómo? Porque, de momento, como el alcalde no se coma causas y causantes, unas y otras se irán por otras calles. ¿De incentivar el comercio? Ya han contestado los interesados. A lo del incremento del «potencial turístico», nada digo porque ¿qué quiere incrementar: el turismo o el potencial? Política y lenguaje: ¡cuerpo a tierra!

Ahora bien, quizá sea yo el errado al cavilar estas cosas, pues pudiese no estar aún lúcido, después de sufrir el fortísimo golpe lingüístico y crisis de ansiedad que me produjo el leer las señales que avisan del peligro que se corre, pues pueden circular bicicletas en ‘contrasentido’. ¿En contra qué? ¡Toma coz mataburros! ¡Al carajo el diccionario!

Contrasentido o sinsentido, diría yo que es esta caprichosa y acelerada alcaldada, que ni es peatonalización, ni semipeatonalización, ni ‘bicicletación’, ni ‘patinetación’ ni ‘ná de ná’. No va más allá de un ‘don Paqué’, pero sin don. Un por… Un mal empiece.

¡Salud! Y buena semana hagamos y tengamos.
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