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De Burkina Faso a León

14/12/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Nací en un poblado de Burkina Faso. Mi padre, que era el jefe de la tribu, me envió a la escuela simplemente para que le ayudara a leer y escribir cartas. Pero gané una beca para Alemania y acabé estudiando arquitectura. Por eso construir una escuela en mi aldea fue mi primer proyecto», cuenta Francis Kéré. Estamos en un bar castizo de Madrid y celebramos la inauguración de la exposición que el Museo ICO dedica a este brillante arquitecto burkinés (abierta hasta el 20 de enero), cuyo nombre suena a menudo para el Premio Pritzker, el Nobel de arquitectura.

Kéré, delgado y atlético, habla con pasión. Mira a su alrededor y clava los ojos uno a uno en sus interlocutores. Es carismático, con un carisma arrasador. Cuando estaba en último curso de carrera convenció a varias instituciones alemanes para que invirtieran en la escuela de un poblado de uno de los países más pobres de la tierra. ¡Hay que tener carisma para lograrlo! Con esa obra ganó el premio Aga Khan en 2004, uno de los más prestigiosos en la arquitectura, y su carrera despegó. Ahora tiene un estudio en Berlín y realiza proyectos en toda Europa. Lo que gana con esos proyectos lo invierte en África. Su filosofía: arquitectura sostenible y trabajo en equipo. Utiliza materiales como arcilla o madera, y se ha inventado ingeniosos sistemas de ventilación con corrientes de aire que evitan el gasto energético. Consigue que todo el poblado se involucre en la construcción, así ha levantado una escuela secundaria, una biblioteca, un hospital y otras edificaciones en su país y en otros lugares de África. Cree en ello y contagia esa fe.

Kéré brinda con un Rioja. Insistió en que lo lleváramos a tomar un vino español. Está relajado, pregunta por nuestro país. Aprovecho para mostrarle fotos de casas que están construyendo dos amigos míos en dos pueblos de León y que emplean soluciones constructivas, digamos, originales: una coloca pacas de paja para rellenar los muros, que tienen seis metros de grosor, y así lograr un buen aislamiento; el otro, una capa de arcilla. Kéré me mira, le brillan los ojos: «Esto es un buen ejemplo de lo que yo quiero hacer». Le explico que en León era habitual construir con adobe. Y contesta: «No estamos tan lejos». Todos ríen porque parece un chiste. Pero por un momento tengo la sensación de que tiene razón. De que un arquitecto burkinés que trabaja en Berlín tiene mucho que ver con dos leoneses que también creen en la sostenibilidad, en volver a las raíces. Y que eso será lo que salve nuestra sociedad: sostenibilidad y trabajo en equipo. No puedo estar más de acuerdo con esa filosofía.
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