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De bucle en bucle

25/09/2019
 Actualizado a 25/09/2019
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Hay quien dice con cierta nostalgia que «la vida es lo que pasa entre xxx y xxx», poniendo en las equis cualquier acto, festival, viaje o acontecimiento periódico que provoca tanta felicidad que convierte la rutina diaria en un aburrimiento total. A mí me sucede con la fiesta de mi pueblo, ya sea la de agosto o el carnaval, y por eso me paso medio año contando los días que faltan (314 para una y 150 para la otra), saboreando y planeando cómo voy a disfrutar esos días con mi gente. Aunque también es verdad que me hago trampas y para que la espera no sea tan angustiosa, cada semana me invento una celebración con la que ir tirando, que tampoco es plan de ponerse melodramáticos.

El caso es que por más que alguien piense que una fiesta es siempre igual, nada más lejos de la realidad, como todos los que esperan algo durante todo el año, o incluso más para los apasionados de acontecimientos como los Juegos Olímpicos o un Mundial.

Pero toda esta teoría se va al traste cuando se habla de la fiesta más cursi, la de la democracia. Nos han acostumbrado a tener que votar con tanta asiduidad que ya hay miles de personas diciendo a las claras que no van a ir a las urnas este próximo 10 de noviembre, lo que será la cuarta vez en cuatro años solo para las generales, a lo que hay que añadir las dos autonómicas y locales y unas europeas en este mismo periodo.

Así que ya estamos en este bucle en bucle, con la maquinaria electoral preparada para bombardearnos hasta la saciedad, por más que nos quieran invitar ahora a borrarnos de las listas de envío masivo de publicidad a los buzones, porque la vamos a tener en todas las partes y por todos los medios.

Y en esa espiral de pancartas y papeletas tenemos que tener solo en cuenta una cosa: ¿a quién beneficia la abstención? ¿Por qué nos incitan a ella?
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