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De botellones y olimpiadas

03/08/2021
 Actualizado a 03/08/2021
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Las olimpiadas surgieron en un pueblo tan sabio como la antigua Grecia. Era una forma de buscar el acercamiento entre los pueblos. El premio de los vencedores era sencillamente una corona de laurel, pero no por ello menos importante que si se tratara de un premio económico. Ciertamente han experimentado grandes modificaciones a lo largo del tiempo, pero afortunadamente se han mantenido hasta el momento presente.

Resulta aleccionador contemplar el inmenso esfuerzo de los participantes para poder llegar al pódium y conseguir una medalla, aunque sea de bronce; pero no por ello es menor el mérito de quienes aunque no consigan ningún premio han llegado a participar. Para ello ha sido necesario dedicar mucho tiempo a los entrenamientos, muchas renuncias y sacrificios de todo tipo. Se trata sin duda de una juventud ejemplar.

Tampoco faltan jóvenes que toman muy en serio su formación y se entregan de lleno al estudio. La vida de estudiantes, cuando se toma en serio, es también muy sacrificada. Pero todos estos ejemplos contrastan con los de otros muchos cuya principal aspiración es que llegue el fin de semana para trasnochar y emborracharse. El fenómeno del llamado botellón, que la sociedad parece haber asumido con naturalidad, es mucho más grave de lo que parece. Ahora se ha hecho especialmente famoso por lo que está significando en orden a la difusión del coronavirus. Ha sido una buena ocasión para que algunos demuestren su inmadurez, egoísmo e irresponsabilidad. Pero, aunque la pandemia se acabe, sigue siendo preocupante. Hay una razón que probablemente muchos no entiendan ni acepten a la hora de considerar como negativa la forma de entender la diversión nocturna de los fines de semana. No solamente por el alcohol, la droga, los accidentes de tráfico, la creciente violencia… Me refiero a la pérdida del sentido profundo del domingo. Sí, del sentido cristiano del domingo.

La vendida de Jesucristo al mundo no es un hecho accidental. Es la intervención de Dios en nuestra historia para reconducir a un mundo perdido y desorientado. La asimilación de su mensaje fue transformando el mundo poco, a pesar de los fallos que hayamos podido cometer sus seguidores. El domingo ha desempeñado un papel fundamental. La pérdida generalizada del sentido cristiano del domingo significa un enorme retroceso moral y está causando un daño irreparable. Ojalá cunda el ejemplo de nuestros deportistas y buenos estudiantes junto con el de los jóvenes cristianos comprometidos, que también los hay.
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