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De bollos y años dorados

04/01/2021
 Actualizado a 04/01/2021
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Me recordaba el día de nochevieja un allegado –término tan de moda y dilatado últimamente– que hace un año por estas mismas fechas todos nosotros nos afanábamos en preparar la despedida del 2019 y en dar la bienvenida al 2020 pensando que con él llegaría una nueva versión de los felices años veinte o veinte dorados del siglo pasado que aunque en nuestra España en blanco y negro de Primo no fueran como para los americanos o los británicos, sí resultaron un periodo de ciertos logros económicos para nuestra piel de toro.

Sin intención de chafarle su breve prédica sobre política, arte y sociedad del siglo XX le interrumpo en su viaje por las nubes dejándole caer que aunque no fuera alumno de matrícula de honor como él en esta asignatura, sí estudiaba y sacaba buenas notas, por lo que en mayor o menor medida conozco lo más destacado de la Historia Contemporánea. Y en cuatro palabras le recuerdo lo del famoso Jueves Negro con la llegada del Crac del 29 y el advenimiento de la Gran Depresión, con todo lo que vino más tarde.

Después estuvimos hablando de roscones industriales, caseros y de confitería y llegamos a una conclusión que no puedo ni le debo contar aquí; mucho menos cuando el sector del bollo con corona dorada tiene sus propios felices años veinte condensados en una semana al año. Le diré que monárquico uno y republicano él, los buenos –incluso también los malos– roscones de reyes no entienden de banderas y sobrevivirían a una temible tercera república que pretende alguno allí arriba con el apoyo de unos pocos aquí abajo.

Al final, la conclusión fue que viendo el panorama que dejamos atrás –y el que tenemos por delante, si las cosas no cambian– hay pocos motivos para albergar grandes esperanzas en lo que hace un año algunos dibujaban como unos nuevos felices años veinte. Este año ha sido trágico y funesto, han cerrado muchos negocios, otros proyectos se han quedado en ilusiones rotas y, lo más importante, se han ido familiares y amigos. Mientras, la clase política… La clase política no merece más mención que el punto que cierra esta columna.
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