eduardo-bajob.jpg

De bares y bares

18/11/2020
 Actualizado a 18/11/2020
Guardar
Echo de menos mis bares, y me da por recordar aquellos que, de joven, conocí en mis andanzas por Europa.

En Francia, sin ir más lejos, los horarios son estrictos, aunque no tanto como ahora lo son en España, por coj... imperativo legal. Otro pero, son los precios, sobre todo cuando se pagaba en pesetas, aunque con el euro, las cosas no han mejorado. De modo que el precio de una borrachera, en cualquier país europeo, es muy considerable.

Volviendo a las Galias, no siempre fue igual, pero si Obelix se hubiera caído hoy en la marmita, se habría partido la crisma contra el fondo, pues estaría casi vacía.

Una pésima costumbre era poner las botellas al revés, con un dedaluco debajo, que racionaba la bebida, con una racanería sin límites. No es casual que se consuman bebidas como el Ricard o el Pernod, que se alargan añadiendo el agua de la jarra adjunta, para diluir el sabor anisado. ¡Y mira que odio yo las bebidas dulces, de tanta mistela como nos daban, de niños, en los cumpleaños! Ya, hasta las señoras mayores han dejado de tomar Marie Brizard. Otra cosa es el coñac, de Cognac. Y los vinos de las distintas zonas. Está también el ‘eau de vie’, que es un buen orujo. Otro licor muy recomendable, es el ‘calvados’, que se hace en Normandía de la manzana. Todo muy bueno, genial... pero siempre te quedas con ganas. Nunca en la historia de Europa, se le dijo a un camarero: «Para, para... o adónde vas?».

Pero Francia no es París. Y los pueblos de la campagne son de lo más aburrido que hay. Madrugar, comer pronto y a la piltra también pronto. Una semana en Burdeos –gran ciudad– y sólo un café junto a la catedral St Jean, donde todos los jóvenes que habíamos llegado allí, nos juntábamos, a falta de otra cosa.

Pero la miseria absoluta la encontré en –Jarnac de Champagne– pueblo natal de Mitterrand que, posiblemente se iniciara en la política para escapar del pueblo. Había allí, un establecimiento que abría de 6 a 8. La dueña –Madame Debry: Tus clientes no te olvidan– era una paisanina malencarada, que habilitó un cuarto de la casa como bar. Las escasas botellas que dormían en el estante podrían llevar meses o años. Tan tacaña era. Naturalmente, no disponía de la tecnología de la botella al revés y el dedaluco. Pero tenía su sistema, basado en un serpentín, sobre la boca de la botella, que comunicaba con una pequeña burbuja de cristal. Luego, un hábil movimiento de muñeca y ¡zas! El bebedizo entraba mojando apenas el culo del vaso.

Aquel bar de Mme. Debry, me ha recordado al de mi abuelo Eloy, en la cocina de su casa omañesa. Allí se bebía, se comía, te cortaban el pelo o te sacaban una muela con bramante. Luego fue a New York (Albany) a trabajar y volvió a la tradición del pueblo, con clientes rusos, polacos, irlandeses... 48 horas le dieron para abandonar el país, por infringir la ‘ley seca’. El hombre no llegó a conocer a Capone, que sin duda sería su proveedor.
Lo más leído