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De alma presente

12/09/2021
 Actualizado a 12/09/2021
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Organizada por Acción Cultural Española y con auspicio de la Junta, recala hasta el 7 de noviembre en el Museo de León la exposición del fotógrafo José Manuel Navia abrigada por un verso de Leopardi, Alma tierra.

Como todo fotógrafo que se precie, Navia es retratista. En sus imágenes siempre vemos una figura, un semblante, aunque las más de las veces se ausente. Objetos deslustrados por el uso, con algo de un bodegonismo español del desaliento; rincones que preservan gestos de gentes desaparecidas, paisajes labrados antaño, casas deshabitadas, fuego que apenas calienta… Todas las imágenes envuelven una humanidad en retirada, fantasmal, casi extinta. Navia da cuenta de un pretérito indefinido a punto de convertirse en perfecto pasado, a punto de ser arqueología. Arqueología de una tierra desvanecida, los fogonazos de cuya alma rebusca el fotógrafo entre gentes numantinas, robinsonianas. Muchas producen una melancolía distante que ya nos podemos permitir o una nostalgia que hunde raíces en todas nuestras familias. Quizás por ello desertan a veces de los museos etnográficos y empiezan a recalar en los arqueológicos.

El abandono del campo, el ocaso de la cultura campesina, no es un fenómeno solo español, por supuesto, aunque adquiera en este país una especial crudeza debido a condiciones históricas relacionadas con el desarrollismo y la dictadura. Ninguna solución puede adivinarse, salvo parches, y si nuevas multitudes repoblasen el campo, este no tendría ya que ver, por descontado, con la cultura que aquí es homenajeada. De cierta manera se trata de las postrimerías del neolítico, de los últimos vestigios de una forma de vida originada hace nueve mil años y destronada por la revolución industrial, que alcanza ahora sus últimas luces reclamando un digno réquiem en libros, fotos, conversaciones.Aquella España de muros ya desmoronados, aquellas «caídas torres de nuestros padres» de Leopardi, ha alcanzado la afligida belleza de toda postrimería.

Pese a las apariencias, nadie en estas imágenes es pobre, en el sentido mísero que se da a esta expresión en las ciudades, sino que no ha de responder ante las normas de confort dictadas por una clase burguesa, urbana, cuya forma de vida es tan distinta como advenediza en términos históricos. No son gente ‘acomodada’, son los últimos habitantes de un mundo en que la vida consiste en algo diferente, algo que tal vez consideremos ya como consideramos a los linces ibéricos y de la misma manera lo tratamos.

Contaba Navia anteayer que para llegar a León decidió dejar la autovía y tomar la antigua general y así detenerse en el espectacular atardecer de septiembre. Lo mismo ha hecho en esta exposición: durante años se ha desviado por carreteras y caminos secundarios para contemplar el crepúsculo inmenso y antiguo que alumbra su puñado de fotografías.
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